Ps. María Jesús Salas
Es Psicóloga Clínica, Universidad Andrés Bello, postítulada...
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Los traumas originados desde abusos sexuales se manifiestan de maneras diversas y en momentos distintos, dependiendo de cada persona y contexto único. Estos actos de abuso no solo dejan marcas físicas, sino también emocionales, pudiendo en algunos casos desencadenar trastornos disociativos.
Si estás interesado en comprender a fondo los síntomas y las características asociadas al abuso sexual, te invitamos a continuar leyendo este artículo de Adipa.
Enfrentar el impacto de un abuso sexual es una travesía sumamente desafiante. Las personas que han vivido esta experiencia a menudo se encuentran inmersas en una compleja red de traumas y problemas emocionales.
La presencia frecuente de síntomas como estrés postraumático, baja autoestima y sentimientos de culpabilidad es frecuente. Incluso, en ciertas situaciones, estos traumas pueden catalizar el desarrollo de trastornos psicológicos más intensos.
El concepto de “abuso sexual” es una tipificación del código penal, que alude a un delito con características establecidas en este. No obstante, en el ámbito clínico, abordar el abuso sexual implica adentrarse en una serie de conductas que transgreden la esfera de la sexualidad, superando la delimitación establecida en el código penal. Este término se utiliza de manera genérica para hacer referencia a actos de naturaleza sexual que poseen un carácter transgresor hacia una persona.
Mientras que en el caso de niños y niñas, corresponde a: “cualquier contacto sexual entre un adulto y un niño, con el propósito de gratificación sexual del primero; o cualquier contacto sexual hacia un niño realizado mediante el uso de la fuerza, amenazas o engaño, para asegurar la participación del niño; o contacto sexual al cual un infante es incapaz de consentir en virtud de su edad o poder diferenciar la naturaleza de la relación con el adulto”. (Finkelhor y Korbin, 1988)
El abuso sexual corresponde a “todo acto de connotación sexual, que implique contacto directo o indirecto, por parte de un adulto u otro que, presenta asimetría en su desarrollo, respecto de quién será la víctima. Dicho acto estaría al servicio de satisfacer únicamente las necesidades del primero, donde el segundo, en virtud de sus características tanto de desarrollo como de otra índole, no se encuentra en condiciones de comprender y por lo tanto de consentir dicha interacción. A fin de lograrse este cometido, el agresor llevará a cabo una serie de estrategias tales como la instalación del secreto, seducción, engaño, amenazas, empleo de fuerza física, entre otras (Ps. María Jesús Salas, Centro de Asistencia a Víctimas de Atentados Sexuales).
El abuso sexual es considerado como una de las experiencias traumáticas más desgarradoras para el ser humano, ya que, deja en su paso secuelas que impactan en diversos niveles la vida de una persona. Estas repercusiones se manifiestan tanto a nivel físico, evidenciando daños causados directamente por el trauma o incluso infecciones de transmisión sexual (ITS), como a nivel emocional, vincular y en la estructuración de la personalidad.
Dado que la vivencia es subjetiva y la evolución humana se despliega de maneras diversas, las secuelas se manifiestan de manera única en cada individuo. Es decir, las víctimas no experimentan los mismos síntomas ni comparten las mismas características. Sin embargo, entendiendo que no podemos generalizar, es común observar en pacientes adultos con estructuras y presencia de trastornos de personalidad límite.
Dicho esto, se ha observado una significativa correlación entre el abuso sexual y la presencia de trastornos de la personalidad.
Además, es común observar dificultades vinculares, marcadas por la pérdida de confianza, resistencia a la conexión profunda, sentimientos de inadecuación, aislamiento social, entre otros. En esta misma línea, el daño ocasionado a menudo obstaculiza la capacidad para identificar patrones abusivos en las relaciones, incrementando la exposición a dinámicas de violencia no exclusivamente sexual.
Por otro lado, a nivel sintomático, se evidencian manifestaciones como:
También, se ha observado dificultades en el área cognitiva y en el desempeño de esta.
Cuando la exposición al trauma es prolongada, se pueden identificar modificaciones estructurales a nivel verbal que afectan el funcionamiento del individuo, y, por ende, las áreas dependientes de la región afectada.
En términos generales, los efectos de este trauma pueden resultar devastadores para el desarrollo humano, abarcando consecuencias de amplio alcance. Lo anteriormente mencionado apenas constituye un pequeño ejemplo de las complejas repercusiones que se pueden observar en individuos afectados por abuso sexual.
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El abuso sexual, en la medida que es cometido hacia una persona, presenta expresiones que vienen desde la subjetividad de esa persona. Es decir, no podemos hablar de un perfil de personas abusada, en tanto todas las personas somos diferentes.
En este sentido, el daño es subjetivo, variando dramáticamente de una persona a otra dependiendo de múltiples factores, como, por ejemplo, la historia de vida que haya tenido previamente y las características que la transgresión haya presentado.
Por otra parte, la reacción que pueda tener el medio, ante la develación que realice la víctima, también será fundamental en la sintomatología que está presente posterior a la ocurrencia.
Como ya sabemos, la sintomatología está intrínsecamente vinculada a las particularidades de cada individuo, no obstante, considerando que el abuso sexual puede ser considerado una vivencia traumática, se observa una marcada correlación entre los síntomas manifestados y el Trastorno por Estrés pos Traumático descrito en el DSM-V.
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta edición, define el Trastorno de Estrés pos Traumático como:
A. Exposición a muerte, lesión grave o violencia sexual, ya sea real o amenaza, en una (o más) de las formas siguientes:
Cabe destacar que, el Criterio A4 no se aplica a la exposición a través de medios electrónicos, televisión, películas o fotografías, a menos que esta exposición esté relacionada con el trabajo.
B. Presencia de uno (o más) de los síntomas de intrusión siguientes asociados al suceso(s) traumático(s), que comienza después del suceso(s) traumático(s):
C. Evitación persistente de estímulos asociados al suceso(s) traumático(s), que comienza tras el suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por una o las dos características siguientes:
D. Alteraciones negativas cognitivas y del estado de ánimo asociadas al suceso(s) traumático(s), que comienzan o empeoran después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:
E. Alteración importante de la alerta y reactividad asociada al suceso(s) traumático(s), que comienza o empeora después del suceso(s) traumático(s), como se pone de manifiesto por dos (o más) de las características siguientes:
G. La alteración causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.
H. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., medicamento, alcohol) o a otra afección médica.
De acuerdo a ello, se debe especificar si existen síntomas disociativos. Los síntomas cumplen los criterios para el trastorno de estrés postraumático y, además, en respuesta al factor de estrés, el individuo experimenta síntomas persistentes o recurrentes de una de las características siguientes:
Cabe destacar que, para utilizar este subtipo, los síntomas disociativos no se han de poder atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., desvanecimiento, comportamiento durante la intoxicación alcohólica) u otra afección médica (p. ej., epilepsia parcial compleja). También puede ocurrir que la aparición del trastorno sea retardada por ende se debe especificar en el diagnóstico: con expresión retardada.
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Existen 3 componentes claves:
Existe una diferencia entre quién será el agresor y su víctima, la cual puede estar dada por diversos factores, por ejemplo, edad, poder y nivel de desarrollo (consentimiento), coacción, confianza.
Por otra parte existe un componente que guarda relación con el tipo de interacción que atar en juego, en este caso debe ser de carácter sexual, como por ejemplo: penetración vaginal, oral, anal, penetración digital o con objetos, acariciamiento zonas genitales, entre otras.
Finalmente, este componente implica que dicha conducta de carácter sexual se dará entre personas, por lo cual, el tercer componente que presenta el abuso sexual será su carácter vincular. Dependiendo de qué vínculo presente el agresor con quien será la víctima, se da origen a diferentes fenomenologías existentes.
La diferencia es dada por la tipología legal. Es decir, son dos tipos de delitos diferentes, por lo cual, presentan penas diferentes.
Cuando hablamos de abuso sexual en términos legales nos referimos a: “una acción sexual distinta del acceso carnal”, mientras que, violación: “acceso carnal, por vía vaginal, anal o bucal”.
La terapia comúnmente llamada reparatoria, es una línea de trabajo psicojurídico especializado, que implica que los profesionales tengan basto conocimiento en teoría del trauma, fenomenología de las transgresiones en esfera de la sexualidad y aspectos legales asociados a ello.
La orientación de la clínica realizada en estas intervenciones puede ser diversa y desde distintos modelos de comprensión: psicodinámica, sistémica, constructivista, traumaterapia, entre otras.
Lo que aquí marcará la diferencia es tener el conocimiento específico del fenómeno y todo lo que este conlleva.
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