PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini
Es Doctor en Psicología Clínica, Educacional y...
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El apego ansioso es un estilo vincular que se origina en la infancia y se caracteriza por una necesidad de cercanía emocional y miedo al abandono. Este artículo aborda sus principales características, causas y cómo se aborda en terapia psicológica.
Conocer sobre apego es esencial para comprender cómo los vínculos afectivos tempranos influyen en las relaciones a lo largo del ciclo vital. En este sentido, la teoría del apego, desarrollada por el psiquiatra y psicoanalista inglés, John Bowlby, establece que desde la infancia se forman vínculos emocionales con figuras de cuidado, como son los padres.
Uno de los estilos de apego más desafiante es el apego ansioso, el cual se caracteriza por la necesidad constante de cercanía emocional y un intenso miedo al abandono. Este tipo de apego puede llegar a afectar significativamente las relaciones de pareja y la salud psicológica de una persona.
En este artículo, exploramos junto al docente de Adipa, PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini, qué es el apego ansioso, cómo surge y qué impacto tiene en las relaciones interpersonales. Asimismo, abordamos las maneras en que se puede tratar el apego ansioso en terapia, ayudando a quienes mantienen ese patrón en sus vidas.
El apego ansioso, también conocido como apego ansioso ambivalente, se caracteriza por una preocupación constante por la cercanía emocional con los demás, el miedo al abandono y una necesidad excesiva de validación emocional. Este tipo de apego se origina generalmente en experiencias tempranas de cuidado inconsistente por parte de figuras significativas, lo que provoca un patrón relacional marcado por la inseguridad y la ansiedad.
Es una de las formas más comunes de apego inseguro y se relaciona con vínculos en los cuales la figura parental ha respondido de manera inconsistente e impredecible a las necesidades del niño o niña. Dado que, en las primeras etapas de la vida, las personas son altamente dependientes, esta respuesta ambivalente del cuidador genera incertidumbre y ansiedad, afectando directamente la formación de vínculos interpersonales en la vida adulta.
El apego ansioso tiene su origen en experiencias tempranas con figuras de cuidado caracterizadas por una disponibilidad emocional inconsistente. Desde la perspectiva de la teoría del apego, esta dinámica se comprende a través de los denominados modelos internos de trabajo, estructuras cognitivas que comienzan a formarse en la infancia y que guían la manera en que las personas interpretan y se relacionan con los demás.
📌Estos modelos influyen en la percepción de uno mismo, en la imagen que se construye del otro y en las expectativas que se generan respecto a la disponibilidad emocional en los vínculos afectivos.
En las personas con apego ansioso, este modelo interno suele estar marcado por una autopercepción negativa y una expectativa de que los demás no estarán disponibles emocionalmente. Esto se traduce en pensamientos como:
Entender estos esquemas internos es esencial para el abordaje terapéutico, ya que permite identificar los patrones inconsistentes que perpetúan la inseguridad emocional en los vínculos.
Las personas con apego ansioso suelen experimentar una serie de patrones emocionales, dentro de los cuales encontramos:
Quienes mantienen un apego ansioso tienden a activar su sistema de apego con mucha facilidad, incluso ante situaciones de nivel de estrés bajo. Este sistema, que tiene sus raíces en la infancia, se activa cuando el individuo percibe una amenaza o siente inseguridad emocional.
Al contrario de quienes tienen un apego seguro, las personas con apego ansioso ambivalente no suelen confiar en sus propios recursos emocionales para calmarse. En vez de autorregularse, buscan constantemente la validación o la presencia del otro, lo cual aumenta su dependencia emocional en las relaciones.
La combinación de activación constante y búsqueda desesperada de contacto puede traducirse en comportamientos que los demás perciben como exagerados.
🔎Un ejemplo típico es cuando una persona envía excesivamente mensajes a otro, cuando sienten que la conexión está en riesgo. Aunque puede parecer invasivo, en realidad es una manifestación de ansiedad por el vínculo.
“En personas con apego ansioso, las relaciones significan mucho. En casos extremos, pueden sentirse literalmente como una cuestión de vida o muerte. Y cuando el otro no responde, se refuerzan sus modelos internos negativos: “lo sabía, no soy suficiente”, “siempre me dejan”. Es un círculo difícil de romper porque tiende a convertirse en una profecía autocumplida”, explica Lorenzini.
Este estilo de apego se forma principalmente durante los primeros años de vida y está profundamente influenciado por el entorno.
Durante estos primeros años, el vínculo con los cuidadores principales define la base del estilo de apego. Si ese vínculo es inconsistente o impredecible, el niño o niña aprende a estar en constante alerta para obtener atención o afecto. Esto sienta las bases del apego ansioso.
El tipo de apego que tienen los padres y cuidadores también afecta en cómo responderán ante esos niños. Cuando, por ejemplo, escuchan llorar al bebé o niño, pueden activarse desde su propia ansiedad, reaccionando con sobreprotección o, en otros momentos, con desconexión. Esta inconsistencia en la respuesta genera confusión emocional y contribuye a un vínculo inseguro.
Otra causa común corresponde a la sobreintervención temprana: cuidar al bebé antes de que exprese su necesidad. Aunque parezca una manera de amor extremo, en realidad puede impedir que el niño desarrolle su capacidad de confianza y autonomía.
Lo ideal, según el psicólogo Donald Winnicott, es un cuidador “suficientemente bueno”, no perfecto, pero presente, reparador y emocionalmente disponible.
El apego ansioso suele manifestarse con mayor intensidad en las relaciones de pareja, especialmente en momentos de conflicto, estrés o desconexión emocional. Estas situaciones activan los temores más profundos relacionados con el abandono y el rechazo, generando reacciones emocionales intensas y, en ocasiones, desproporcionadas.
Mientras que una persona con apego seguro puede afrontar los problemas desde una base de confianza y estabilidad, quien presenta un apego ansioso tiende a experimentar estos eventos como verdaderas emergencias emocionales.
Pensamientos del tipo “si el otro no me responde, me muero” ilustran el nivel de angustia que puede surgir. Esto se traduce en conductas como la búsqueda constante de contacto, necesidad de validación y una urgencia para obtener seguridad emocional.
Esta perspectiva coincide con lo planteado por Garrido-Rojas (2006), quien señala que en el estilo de apego ambivalente se observa un uso más frecuente de estrategias centradas en la búsqueda de proximidad hacia las figuras de apego, acompañadas de hipervigilancia, rumiación y una sobreactivación general del organismo.
En estos casos la dinámica se vuelve aún más compleja, ya que cada persona busca ser escuchado, comprendido y validado, pero al mismo tiempo siente que el otro no lo está entendiendo. Esto crea un ciclo de frustración donde ambos se sienten ignorados, desatendidos o incluso maltratados emocionalmente.
“El apego ansioso, a diferencia de otros estilos de apego, suele ser más accesible al trabajo terapéutico”, señala el docente. Esto se debe, en parte, a que quienes lo presentan tienden a buscar ayuda con mayor frecuencia, motivados por su necesidad de conexión y alivio emocional.
“En el tratamiento terapéutico, lo más relevante es ofrecer una experiencia relacional, distinta y reparadora. La clave está en la consistencia y la predictibilidad: estar presente cuando se acuerda, no cancelar sesiones sin justificación, validar las emociones del consultante, establecer límites claros y mantener un cuadro terapéutico firme y coherente”, recalca.
📌A través de esta relación segura dentro del espacio terapéutico, se va modulando de a poco el modelo interno del individuo. La coherencia, validación reiterada y la contención comienzan a reemplazar las experiencias pasadas de inconsistencia, generando así cambios significativos y duraderos en su manera de vincularse.
Garrido-Rojas, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones para la salud. Revista latinoamericana de psicología, 38(3), 493-507. Recuperado a partir de http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-05342006000300004&lng=en&tlng=es.
López, C., & Ramirez, M. (2017). Apego. Revista Chilena De Medicina Familiar, 6(1), 20-24. Recuperado a partir de https://revistachilenademedicinafamiliar.cl/index.php/sochimef/article/view/134
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