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La asexualidad es una orientación sexual que se caracteriza por no sentir atracción sexual hacia otras personas.
La asexualidad es una orientación sexual que se caracteriza por la ausencia persistente de atracción sexual hacia otras personas. No se trata de una elección, como el celibato, ni de una disfunción, sino de una forma natural y válida de experimentar (o no experimentar) la sexualidad.
Aunque históricamente fue ignorada en los manuales diagnósticos, hoy se la reconoce como una dimensión legítima dentro del espectro de la diversidad sexual. Investigadores como Anthony Bogaert (2004) la definen como “nunca haber sentido atracción sexual hacia nadie”, y distinguen entre deseo sexual, atracción sexual y actividad sexual, conceptos que no siempre coinciden entre sí.
Muchas personas asexuales experimentan lo que se conoce como atracción romántica, es decir, deseo de establecer vínculos afectivos, enamorarse o construir relaciones íntimas, sin necesidad de implicar el deseo sexual. Esto ha dado origen a términos como:
Esta diferenciación ha sido fundamental para visibilizar la complejidad del mundo afectivo asexual y evitar la confusión entre atracción física y vinculación emocional.
Una persona asexual puede no experimentar atracción sexual hacia otras personas, pero aun así presentar respuestas sexuales fisiológicas como excitación o alcanzar el orgasmo, ya sea a través de la masturbación o mediante otras formas de autoestimulación. Estudios como los de Brotto y Yule (2011) y Yule, Brotto y Gorzalka (2016) evidencian que muchas personas asexuales se involucran en prácticas autoeróticas, aunque sus fantasías suelen no involucrar a otros o carecen de contenido erótico tradicional.
Estos hallazgos respaldan la idea de que los componentes de la sexualidad humana —atracción, excitación y respuesta orgásmica— son procesos diferenciables y no necesariamente interdependientes. Desde un enfoque clínico, esto permite comprender la diversidad en las manifestaciones sexuales sin asumir una disfunción cuando alguno de estos factores está ausente.
Aunque en el pasado se asoció erróneamente con el “trastorno del deseo sexual hipoactivo”, hoy se reconoce que la asexualidad no es una patología ni una condición que requiera tratamiento, siempre que no genere malestar en la persona.
Brotto et al. (2010) comprobaron que las personas asexuales pueden tener una salud mental y emocional comparable a la de otras personas, y que sus decisiones respecto a la actividad sexual no están necesariamente vinculadas al miedo o al trauma, sino a una forma distinta de experimentar el deseo.
Las personas asexuales pueden tener relaciones de pareja, vivir solas, ser poliamorosas o formar vínculos con personas sexuales. En muchos casos, las parejas negocian los términos del vínculo, como la frecuencia o tipo de contacto físico.
Algunas personas asexuales tienen sexo por compromiso, afecto o curiosidad, mientras que otras prefieren evitarlo por completo. No existe una única forma de vivir la asexualidad, y la diversidad dentro del espectro asexual es amplia.
La comunidad asexual reconoce un espectro asexual (Ace), que incluye distintas experiencias relacionadas con el deseo y la atracción. Algunos términos comunes son:
Estos matices ayudan a reflejar la complejidad de la experiencia sexual humana y desafían los modelos binarios.
Las personas asexuales enfrentan estigma, invisibilización y presiones sociales que pueden afectar su bienestar. Desde la falta de representación hasta la suposición de que están “enfermas” o “confundidas”, los discursos normativos sobre la sexualidad tienden a invalidar su vivencia.
Por ello, espacios como la AVEN (Asexual Visibility and Education Network), fundada en 2001 por David Jay, han sido claves para crear comunidad, promover el autoconocimiento y educar sobre la asexualidad (Bogaert, 2015).
La asexualidad representa una posibilidad legítima dentro de la diversidad humana. Reconocerla como orientación sexual permite validar identidades, generar entornos más inclusivos y ofrecer respuestas adecuadas desde la psicología clínica, la educación sexual y las políticas públicas.
Además, estudiar la asexualidad amplía nuestra comprensión de la sexualidad en general, al evidenciar que el deseo, la atracción y la conducta no siempre están alineados (Bogaert, 2012; Mora Montesa, 2020).
AVEN – Asexual Visibility and Education Network. https://www.asexuality.org/
Bogaert, A. F. (2012). Understanding Asexuality. Rowman & Littlefield Publishers.
Brotto, L. A., Knudson, G., Inskip, J., Rhodes, K., & Erskine, Y. (2010). Asexuality: A mixed-methods approach. Archives of Sexual Behavior, 39(3), 599–618. https://doi.org/10.1007/s10508-008-9434-x
Mora Montesa, J. M., & Mora Encinas, M. P. (2020). Una mejor comprensión de la sexualidad humana a través del estudio de la asexualidad. Clínica y Salud, 31(2), 69–78. https://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S0211-57352020000200007&script=sci_arttext
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Confirmo que he leído la información sobre este programa, disponible en el brochure y en el sitio web. Declaro cumplir con los requisitos para cursar este diplomado y me comprometo a enviar mi certificado de título, así como a firmar la carta de compromiso solicitada