PhD. Mg. Ps. Rodrigo Jarpa
Doctor en Sexualidad Humana, Magister en Psicología...
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La dependencia emocional es un patrón relacional que se manifiesta cuando el bienestar propio queda supeditado a la presencia, validación o respuesta de otra persona.
La dependencia emocional es una problemática relacional frecuente que suele confundirse con el amor intenso o la necesidad afectiva. Sin embargo, desde una perspectiva clínica, se trata de un patrón que puede afectar profundamente el bienestar emocional, la autonomía personal y la calidad de los vínculos.
En este contexto, conversamos con Rodrigo Jarpa, director académico de Adipa y doctor en Sexualidad Humana, para profundizar en qué es la dependencia emocional, cómo se manifiesta y de qué manera puede abordarse.
La dependencia emocional es un patrón persistente de necesidades afectivas no satisfechas que se intentan cubrir a través de relaciones cercanas e intensas, especialmente con la pareja.
Según explica Jarpa, este patrón va más allá de necesitar afecto o vínculos significativos, ya que se vive como una urgencia interna que dificulta funcionar de manera autónoma. En estos casos, el bienestar propio queda supeditado a la presencia, atención o validación del otro.
“No es amar mucho ni necesitar al otro, porque todos necesitamos a otros en cierta medida, sino sentir que sin esa persona uno se desarma, se pierde o incluso no puede vivir”, señala el especialista. De este modo, el vínculo deja de ser un espacio de encuentro y se convierte en una fuente casi exclusiva de regulación emocional.
Los síntomas de la dependencia emocional se expresan principalmente en el miedo al abandono y en la dificultad para regular el bienestar emocional sin la presencia del otro.
Entre los signos más frecuentes se encuentran:
En los casos más marcados, el especialista señala que pueden aparecer reacciones similares a un síndrome de abstinencia frente al alejamiento del otro, como irritabilidad, angustia intensa o conductas impulsivas.
La dependencia emocional no tiene una causa única, sino que suele originarse a partir de la convergencia de distintas experiencias relacionales a lo largo de la vida.
De acuerdo con el director académico de Adipa, es frecuente encontrar historias tempranas con figuras de apego impredecibles, experiencias de abandono emocional o validación afectiva inconsistente, donde el afecto se percibía como condicional.
Muchas personas aprendieron, sin que nadie se los dijera explícitamente, que para ser queridas debían adaptarse, complacer o incluso desaparecer un poco. A esto se suma una autoestima frágil y la creencia de que el propio valor depende de ser elegido por otro. Desde una perspectiva del desarrollo, se trata de una dificultad para consolidar una identidad autónoma y segura.
La dependencia emocional puede generar un deterioro progresivo del bienestar psicológico y favorecer vínculos relacionales asimétricos y dañinos.
Según explica el experto, en la práctica clínica este patrón suele llevar a relaciones donde la persona dependiente se acomoda, se minimiza o incluso se anula para sostener el vínculo. En este proceso, deja de escucharse a sí misma, pierde registro de sus propios límites y necesidades, y comienza a tolerar dinámicas que le generan malestar o daño.
A largo plazo, este funcionamiento puede derivar en síntomas de ansiedad, depresión y un importante desgaste emocional. En algunos casos, incluso puede facilitar la permanencia en relaciones claramente abusivas.
Además, se instala un círculo vicioso: mientras más intenso es el miedo a perder al otro, mayores son los intentos por retenerlo, controlar o adaptarse. No obstante, este esfuerzo termina debilitando el equilibrio del vínculo y afectando el deseo y la admiración, produciendo justamente aquello que más se teme: la ruptura o el alejamiento.
La dependencia emocional en la pareja ocurre cuando uno de los miembros deposita en el otro la responsabilidad casi total de su bienestar emocional.
En estas relaciones, la pareja se convierte en refugio, validación, autoestima y sentido de vida, lo que puede generar dinámicas simbióticas, miedo a la autonomía, celos o intentos de control.
“Curiosamente, quien depende muchas veces también es quien domina, porque necesita controlar para no sentir el abandono”, explica el especialista.
Este patrón no es necesariamente patológico, pero cuando se vuelve rígido genera asfixia, conflicto y pérdida de libertad. Son vínculos que suelen vivirse como intensos, pero que resultan profundamente frágiles.
La dependencia emocional también puede manifestarse en otros vínculos significativos, más allá de la pareja, cuando el bienestar emocional queda condicionado a la validación o presencia del otro.
En las relaciones de amistad, este patrón puede expresarse como una necesidad constante de aprobación, miedo a ser reemplazado o dificultad para tolerar la distancia. La estabilidad emocional queda fuertemente ligada a la respuesta del otro.
En los vínculos familiares, especialmente entre padres e hijos, la dependencia emocional puede desarrollarse cuando el afecto se vive como impredecible o condicional. Esto favorece dinámicas de adaptación excesiva y dificultad para registrar las propias necesidades.
En contexto laboral, la dependencia emocional puede manifestarse como una búsqueda intensa de validación, temor al rechazo o dificultad para poner límites frente a figuras significativas dentro del trabajo.
La dependencia emocional también puede aparecer en la relación con figuras de autoridad, cuando la autoestima y el bienestar emocional dependen de la aprobación, reconocimiento o respuesta de estas personas.
Según señala Rodrigo Jarpa, en todos estos casos el denominador común es la dificultad para regularse emocionalmente sin la validación o presencia del otro, lo que genera relaciones asimétricas.
Superar la dependencia emocional implica trabajar en el fortalecimiento de la autonomía emocional y la regulación afectiva, más que en eliminar la necesidad de vínculo.
El especialista explica que el foco del trabajo terapéutico suele estar en resignificar el miedo a la soledad, fortalecer intereses y el mundo propio, y aprender a poner límites de manera asertiva. No se trata de “volverse independiente” en el sentido de no necesitar a nadie, sino de construir relaciones basadas en la interdependencia.
Esto implica vínculos entre personas autónomas que se eligen, se acompañan y se cuidan, sin necesidad de perderse en el otro.
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