Valentina Garrido
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La selección de nuestras amistades, parejas y las personas con las que interactuamos cotidianamente está profundamente ligada con el tipo de apego que se estableció durante nuestros primeros años de vida junto a nuestros padres y cuidadores.
En este artículo, profundizaremos en los diferentes estilos de apego y examinaremos sus implicancias en nuestro día a día.
Existen diversos patrones de vinculación emocional que configuran la manera en que nos relacionamos con los demás, como la selección de pareja y el círculo de amistades en el que nos rodeamos. Es por ello, que aprender a identificar los tipos de apego puede facilitar la comprensión de las fortalezas y las debilidades de cada persona, y con ello, reconocer la causa de su manera de actuar.
El apego como tal, tiene sus raíces en la infancia, cuando los bebés y los padres o cuidadores comienzan a formar el lazo de cercanía. Esta relación emocional es de larga duración y sirve actualmente como un patrón de referencia para las relaciones.
De acuerdo a esto, existieron tres psicoanalistas que marcaron el camino de las investigaciones en torno al apego: Sigmund Freud, John Bowlby y Mary Ainsworth.
Freud, el padre del psicoanálisis comenzó la investigación sobre este tema y determinó que cada vinculación emocional que se tiene con otra persona involucra sentimientos como alegría y consuelo, y estos deben venir desde ambas partes. Ya sea un amigo, familiar, compañero, etc.
Mientras que por el lado de John Bowlby, pionero en la teoría del apego, gracias a los estudios que realizó hoy en día conocemos cuales son los principales tipos de apego que puede desarrollar cada persona de acuerdo a su historia de vida. Sus investigaciones se enfocaron principalmente en el lazo que se forma entre los individuos y las relaciones prolongadas durante el tiempo.
Y finalmente, más tarde, Mary Ainsworth investigó el apego en la infancia que se establece entre madres y niños, observando sus reacciones ante la separación y el reencuentro. Fue a través de sus estudios en que se identificaron los tres patrones de apego: seguro, inseguro/ambivalente e inseguro evitativo. Años después, se sumó el cuarto tipo: inseguro/desorganizado, por dos científicas: Main y Solomon.
En primer lugar, debemos aclarar que el apego corresponde a un lazo emocional que se forma durante los primeros meses de vida entre un bebé y su padre, madre o cuidador, y tiene como propósito asegurar el crecimiento psicológico, la protección y la configuración de su personalidad en un futuro.
El apego produce que el bebé mantenga una interacción completa con la persona que está a su cargo y en consecuencia, en ocasiones, surge el temor a lo desconocido.
Durante los primeros años de vida el apego se le asocia al sistema exploratorio, el cual permite que el bebé interactúe con su entorno a través de los sentidos. Asimismo, se conecta al sistema de afiliación, que facilita la interacción del niño/a con otras personas.
Para decir que un apego es responsable, este debe:
Si este tipo de apego no cumple con estas características, los temores e inseguridades afectarán la manera en que el niño/a percibe el mundo y se relaciona con él.
De acuerdo a los estudios de la psicoanalista Mary Ainsworth y las posteriores investigaciones de Main M., y Solomon J. actualmente se reconocen 4 tipos principales de apego:
Tipo de apego |
Aspectos psicológicos del tipo de apego |
Apego Seguro | Son personas con buena autoestima, que saben comunicar y relacionarse con los demás. |
Apego ambivalente/ansioso | Son personas reacias a acercarse a los demás. Desconfían continuamente de los otros. |
Apego evitativo | Son personas que no logran comprender los sentimientos de los demás. No demuestran emoción a las relaciones y evitan compartir intimidad. |
Apego desorganizado | Son personas con conductas contradictorias y bastante impredecibles a la hora de reaccionar. |
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El apego seguro se caracteriza por la confiabilidad absoluta, donde el niño tiene la seguridad de que su “cuidador” siempre estará para él. El niño/a se siente amado, apreciado y reconocido.
De acuerdo a lo que decía Bowlby, el apego seguro se sustenta en gran manera en la consistencia del cuidador para brindar cuidados y protección continua. Sin embargo, el cuidador detrás de este tipo de apego, debe mantener el equilibrio entre la atención y la oportunidad de que el niño/a se desarrolle y aprenda de sus errores.
Este tipo de apego va a desarrollarse de diferentes maneras de acuerdo a la etapa de vida que está transitando la persona. En el caso de la niñez, suele suceder que los padres interactúan de manera activa con el niño sin generar dependencias, por ende, el niño suele ser más independiente y empático. De esta misma manera, en la adultez, el apego seguro se visibiliza en una autoestima saludable y relaciones de confianza y estables. Los adultos que crecen con este estilo de apego se sienten cómodos expresando sus emociones y compartiendo sus sentimientos con el entorno.
Al contrario del apego seguro, el inseguro se caracteriza por el miedo y la inquietud. Habitualmente las personas que desarrollan este tipo de apego se manifiestan con interacciones de dependencia y aislamiento con otros ya que sienten resistencia hacia lo desconocido.
De este tipo de apego, surge el ansioso/ambivalente, el evitativo y el desorganizado.
En este estilo de apego el niño no confía en sus cuidadores y vive con la sensación de inseguridad, ya que sus cuidadores a veces están y otras no, por lo que el cuidado y la seguridad no están presente continuamente.
El término “ambivalente” significa expresar sentimientos contrapuestos, lo que genera angustia, es por ello que en estos casos el niño o persona adulta que vive con este tipo de apego vive en constante ansiedad, miedo y angustia.
En el caso de los menores, están constantemente pendientes de que no les abandonen, ya que les cuesta alejarse de su figura de apego. Mientras que en el caso de los adultos, sienten temor a que su pareja no los/las ame y los deje. Es común que en este tipo de apego surja la dependencia emocional.
Quienes adoptan el apego evitativo suelen tener una postura de autosuficiencia, que viene desde la percepción que sus cuidadores no son confiables. Esta actitud se manifiesta a través de comportamientos de distanciamiento, como la indiferencia ante la separación de sus cuidadores y la preferencia por interactuar con sus cosas más que buscar un contacto cercano.
No hay que confundir este distanciamiento con seguridad, ya que la mayoría de estudios que respectan a este tipo de apego indican que quienes tienen apego evitativo experimentan respuestas fisiológicas de estrés.
Los niños con este apego se sienten poco queridos y valorados, lo que puede ocasionar dificultades para construir relaciones íntimas, y además, entender y expresar las emociones de los demás.
En el caso de los adultos, pueden experimentar un rechazo a la intimidad y obstáculos para mantener relaciones, manifestando falta de emociones y evitando que estas relaciones sean más cercanas. Esto comúnmente resulta en personalidades de baja autoestima e inseguras.
Las personas que mantienen relaciones de pareja y tienen este tipo de apego suelen percibirse a sí mismas como autosuficientes, por lo que minimizan la importancia de los lazos afectivos.
Se caracterizan por:
Este estilo de apego es una mezcla entre el evitativo y el ansioso, ya que la persona que lo mantiene presenta comportamientos contradictorios e inadecuados. Personas los traducen en una carencia total de apego.
Los niños que mantienen el apego desorganizado demuestran la ausencia de un patrón de apego claro. El niño presenta comportamientos confusos o indecisos hacia sus cuidadores, incluso ocurre que ellos mismos asumen el rol de cuidado.
Los niños tienen una tendencia a conductas de destrucción, impulsividad y grandes dificultades para entenderse con los demás.
Mientras que en la adultez, un apego desorganizado se manifiesta a través de percibir a los demás con distorsiones significativas, problemas para establecer relaciones emocionales y profundas. Frecuentemente, estas relaciones se caracterizan por ser conflictivas, inestables, efímeras y susceptibles a rupturas.
Para finalizar, debemos recordar que el apego emocional es un lazo duradero y profundo que se desarrolla entre dos personas y tiene un gran impacto en cada uno de ellos. Este apego puede suceder entre padres e hijos, entre parejas, familias, etc.
Desde una mirada psicológica, el apego se forma en los primeros años de vida y tiene una profunda influencia en la manera en que nos relacionamos con otros a lo largo de la vida. Actualmente existen múltiples factores psicosociales que tienen consecuencias importantes en la formación de vínculos primarios. Por ejemplo, la falta de conciliación laboral donde los cuidadores (madres/padres) que se ven obligados a dejar a sus pequeños con otras personas.
No obstante, cuando se desarrolla un apego inseguro desde niños, es posible a través de terapia y ayuda psicológica trabajar en los patrones de apego y aprender a formar relaciones más saludables y satisfactorias.
Es importante reconocer que para desarrollar un buen apego desde pequeños, debe estar presente una comunicación positiva con los niños que les enseñe a gestionar las emociones y darles una base de confianza y seguridad.
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