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El apego es un vínculo propio de los seres humanos y otros mamíferos debido a nuestra condición altricial, razón por la cual nacemos “inmaduros” y, por lo tanto, bastante indefensos y susceptibles a los riesgos que ofrece nuestro entorno.

Apego ¿De dónde surge este vínculo?

Para la realización de este blog tuvimos la oportunidad de conversar con el Ps. Mg. Víctor Ojeda, quien nos respondió algunas dudas sobre el apego,  la importancia y el origen de este vínculo entre niños, niñas y cuidadores.

El apego es un vínculo muy relevante desde el punto de vista evolutivo, ya que es fundamental para la subsistencia de los seres humanos. Así como también de otras especies. En este sentido, es importante diferenciar el apego del vínculo afectivo. Este último puede ser unidireccional o bidireccional en los seres humanos y se caracteriza por sentimientos de aproximación como el cariño y el amor.

Mientras que, en el caso del apego, la niña o el niño identifica a un cuidador como la figura de apego con quien se siente seguro. La seguridad es el sentimiento fundamental que surge en este tipo de vínculo, lo que permite regular emocionalmente a un menor ante sensaciones de amenaza. Por lo tanto, quien se “apega” es el niño a su cuidador (madre, padre u otro) y no al revés.

Por lo tanto, el apego es un vínculo que se genera a partir de lo que llamamos “un sistema de cuidado”. En el cual ambos se encuentran en una relación de confianza entre ellos, con expectativas de poder cuidar (el cuidador o figura de apego) y de ser cuidado (el niño o niña).

¿Por qué existe el apego?

La naturaleza, como siempre, nos sorprende. En lo que concierne al mundo de los mamíferos, nos ha demostrado que ha sido capaz de generar sistemas de cuidado que permiten a esta clase de vertebrados del reino animal subsistir en ciertas circunstancias relacionadas a nuestra condición altricial. Razón por la que nacemos “inmaduros” y, por lo tanto, bastante indefensos y susceptibles a los riesgos que ofrece nuestro entorno.
Tanto en la antigüedad como hoy seguimos expuestos a las mismas necesidades que hace miles de años atrás: alimentación, abrigo y seguridad. Por esta razón, la existencia de un sistema de cuidado era extremadamente necesaria para la pervivencia de nuestra especie y la de muchos otros mamíferos. Las crías de otras especies, como nosotros, al nacer también se encuentran indefensas y expuestas a una serie de riesgos que las amenazan.

¿Cuál es su origen?

Posiblemente todo comienza con los procesos de impronta, descritas por Konrad Lorenz hace muchas décadas atrás. Las crías se acercan a sus progenitores, ya que estos cuentan con ciertas características atractivas para ellos. Como lo son su calidez, sus movimientos y sus sonidos, los cuales resultan familiares para los recién nacidos, quienes seguramente los escucharon durante su periodo de gestación intrauterina. Por lo que, este proceso se caracteriza por ser altamente sensorial.

De esta manera, el sistema de apego surge desde el periodo prenatal. En el que sus cuidadores ya, desde el imaginario, están creando expectativas del cuidado de sus hijos. Así que, de forma transversal en los mamíferos, una serie de sustancias (sobre todo actividad dopaminérgica y oxitocina) están modelando conductas maternales y paternales orientadas al cuidado de la cría y el bebé que aún no nace.

Desde el momento del nacimiento, se genera un cambio radical en el proceso neurobiológico de vinculación con el bebé, ya que se activa la liberación de oxitocina (OT). La cual promueve la generación de sensaciones agradables y satisfactorias que terminan siendo vinculadas a la persona (imagen) del bebé y al ejercicio del cuidado del mismo.

Por este motivo, es que el acto de cuidado por sí mismo resulta satisfactorio, ya que genera un feedback (liberación de más oxitocina) y mantiene el ejercicio de protección en el tiempo. Posteriormente, esto se mantiene durante los siguientes meses y años, especialmente en la primera infancia, gracias a los pulsos de OT.

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A su vez, la actividad dopaminérgica se encarga de consolidar el vínculo, otorgando el sentido de regularidad y estabilidad a través del sistema de recompensa. Esto dado la satisfacción mutua que genera el cuidado y el sentido de seguridad. (Feldman, 2017).

¿Cómo influye el apego en el desarrollo de los niños o niñas?

Es importante destacar que, durante la infancia y la adolescencia, el sistema nervioso no se desarrolla de manera uniforme, sino que distintas áreas cerebrales alcanzan su madurez en diferentes momentos del periodo de crecimiento, hasta alrededor de los 20 años.

“Cada área cerebral madura exponencialmente durante un periodo crítico del desarrollo, que puede durar entre meses y años. Los cuales son sensibles a la estimulación externa que reciben los niños. En este sentido, la maduración de estas áreas cerebrales se produce con el ejercicio del cuidado y el afecto, lo cual incide en la arquitectura cerebral con la que posteriormente enfrentará escenarios en los que deba interactuar y desplegar el afecto y el cuidado” (Knudsen, 2004).

Como vemos, la consolidación de un vínculo de apego, es un proceso activo que emerge en la continua interacción entre el bebé y sus cuidadores. Este además sienta las bases de nuestras formas de vincularnos con otros en nuestra vida adulta, sobre todo en el contexto de una relación con pares y de parejas. Esto respecto al sentido de resguardo y seguridad, el cual es una parte fundamental en nuestras relaciones significativas.

En Adipa seguiremos informando y trabajando para mejorar la salud mental del mundo a través de la educación y la tecnología.

Bibliografía citada:

Feldman, R. (2017). The neurobiology of human attachments. Trends in cognitive sciences, 21(2), 80-99.

Knudsen, E. I. (2004). Sensitive periods in the development of the brain and behavior. Journal of cognitive neuroscience, 16(8), 1412-1425.

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