TO. Denisse Alvear Muena
Terapeuta Ocupacional. Especialista en Autismo, atención temprana...
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¿Has oído sobre el perfil sensorial en niños, adolescentes y adultos autistas? En este artículo profundizaremos acerca de ello, junto a dos profesionales destacadas en el área. ¡Continúa leyendo!
El perfil sensorial identifica y entrega información esencial acerca de las fortalezas y los desafíos sensoriales de cada persona.
Cabe destacar que, los trastornos de integración sensorial pueden presentarse en personas típicas como neurodivergentes. Sin embargo, en el caso del Autismo, son muy comunes y más del 90% lo presentan (Torres-Romero, López Cortés, & Rojas-Solís, 2021).
Para conocer en profundidad este interesante tema, entrevistamos a las destacadas profesionales y docentes de Adipa Denisse Alvear Muena (Terapeuta Ocupacional) y Marcela Villegas Otárola (Educadora Diferencial), quienes tienen gran experiencia y conocimientos acerca de esta área ¡Te invitamos a continuar leyendo!
El perfil sensorial abarca las características sensoriales y motoras de una persona, y por tanto, se refiere a lo sensorial en general.
No obstante, es importante hacer una distinción debido a una confusión común al solicitar un perfil sensorial.
Al hablar de perfil sensorial, muchas veces se hace referencia a la pauta de perfil sensorial de Winnie Dunn (1999), la cual abarca desde la infancia hasta la adultez. Esta pauta se divide en instrumentos categorizados según el grupo etario, con preguntas que pueden ser contestadas por la familia (en el caso de niños o adolescentes), al adolescente junto con su familia, o al adulto si corresponde. Sin embargo, esta pauta se centra únicamente en preguntas relacionadas con el nivel de alerta.
“Cuando hablamos de integración sensorial, debemos considerar dos ejes principales: los trastornos del nivel de alerta y los trastornos de praxis. Por tanto, el perfil sensorial de Winnie Dunn sólo aborda el nivel de alerta”, menciona TO. Denisse Alvear Muena.
Considerando que la autora de la pauta no cree en el tratamiento de integración sensorial, sino en las estrategias o adecuaciones propias de esta, es relevante entender que el perfil sensorial es mucho más amplio. Debería incluir aspectos relacionados con el nivel de alerta, la hiper o hipo respuesta, y también lo relacionado con la praxis, con trastornos generalmente reconocidos desde la dispraxia.
En este sentido, el perfil sensorial no se limita a la pauta, sino que incluye todo el análisis del proceso y todas las características sensoriales y motrices de la persona, independientemente de su ciclo vital. Es importante complementar la información que aportan los distintos recursos evaluativos con observaciones estructuradas y no estructuradas, aplicación de instrumentos estandarizados e información brindada por la familia o los mismos usuarios.
“En muchos casos ocurre que los profesionales se quedan sólo con la aplicación de una pauta, sin profundizar en la observación clínica, lo que no permite tener un panorama generalizado ni hacer un análisis en profundidad. Sumado a esto, muchas veces las familias requieren de apoyo para identificar las dificultades sensoriales, las que muchas veces pueden ser confundidas con dificultades sólo de la conducta. Esto no es prudente, ya que en la práctica clínica hemos observado que las familias a veces contestan estas pautas, pero no siempre logran identificar las dificultades sensoriales o las confunden con otras características de la conducta”, agrega Denisse Alvear.
En los tres ciclos distintos de la vida –infancia, adolescencia y adultez– las pautas se aplican de manera diferente. Estos instrumentos estandarizados varían según el ciclo vital de la persona, por lo tanto, existen pautas específicas para cada uno, con algunas similitudes, sobre todo entre las de adolescentes y adultos.
En un niño pequeño, menor a 4 años, se pueden utilizar escalas del desarrollo complementadas con observaciones no estructuradas, ya que un niño tan pequeño no siempre puede seguir un instrumento estandarizado de integración sensorial. Por lo tanto, generalmente, se complementa la observación no estructurada con algunos elementos estructurados, dispuestos en el ambiente.
A medida que los niños crecen, las pruebas pueden ser más estandarizadas, aunque también se complementan con observaciones no estructuradas, ya que siempre es importante observar al niño en un contexto de juego natural.
“En integración sensorial, el niño decide cómo utilizar los implementos; el evaluador es un agente facilitador, acompaña y puede participar como co corregulador, pero el niño descubre y genera su respuesta adaptativa. El evaluador dispone del espacio, y el niño juega y explora, mientras se pueden estructurar algunos instrumentos estandarizados, como el SIPT (Test de Integración Sensorial y Praxis), junto con otras observaciones estructuradas”, agrega Denisse.
En la adolescencia se sigue un enfoque similar hasta cierta edad. Después de los 14 años aproximadamente, no se pueden aplicar las mismas observaciones que en un niño, ya que las necesidades evolutivas cambian.
Muchos adolescentes requieren estrategias o adecuaciones ambientales para participar en sus entornos naturales. A pesar de que el contexto de integración sensorial puede ser lúdico, la realidad cotidiana exige que los adolescentes participen en otros entornos, considerando además que los desafíos ambientales aumentan, por lo que debe existir un equilibrio en la participación, considerando además adecuaciones y modificaciones justas, sensibles y respuestas a la necesidad de cada uno de ellos.
Finalmente, en los adultos no existen formas tan específicas de evaluación. Se realizan entrevistas, preguntas, además de disponer de algunos implementos que permiten observar cómo los utilizan y detectar elementos que les ayudan a autorregularse, “por lo que observo la respuesta, así como también considero la información que ellos me brindan en el momento”, agrega la docente de Adipa.
En el entorno evaluativo, se observa cómo responden a ciertos estímulos y se les proporciona implementos que les ayuden a autorregularse, descubriendo así elementos útiles para su vida diaria.
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“Los profesionales cuentan con diversas formas de evaluación. Las que mencionamos es la que actualmente yo utilizo, no obstante, pueden variar entre especialistas”, menciona la docente.
Este enfoque mencionado es más sensible hacia la neurodivergencia. Es cierto que los instrumentos estandarizados pueden ser desfavorables para los usuarios autistas, ya que sus resultados pueden diferir notablemente en comparación con otros individuos.
Por esta razón es fundamental complementar lo estructurado con lo no estructurado y el juego libre, sumado a la información que brinde el usuario y su familia, para obtener una visión más amplia de la participación de la persona. Esta evaluación debe considerar la perspectiva de la familia, de la persona y del contexto escolar.
Dentro de la integración sensorial, se encuentran los de nivel de alerta y trastornos de praxis.
Los más comunes o los que más se visualizan en personas autistas están relacionados con el nivel de alerta, estos incluyen las hiper respuestas o sobre reacciones a ciertos estímulos sensoriales, principalmente auditivos y táctiles.
Las personas autistas pueden mostrar rechazo o una preocupación constante ante la exposición prolongada a estos estímulos. Por ejemplo, ruidos intensos, repetitivos o repentinos, como gritos en la sala de clases, llantos, objetos rompiéndose, sirenas o alarmas de emergencia, entre otros. Esto puede causarles un impacto emocional grande, lo cual genera que estén constantemente en un estado de constante preocupación o alerta alta.
Por otro lado, en cuanto al tacto, la hiper respuesta se relaciona con situaciones sociales muy típicas, como cuando abrazan sin anticipación o cuando se toca sin que se desee. También, se presenta en actividades como corte de pelo, de uñas, el lavado de dientes, y el uso de ropa interior con relieves gruesos.
“El mayor desafío es el nivel de alerta elevado, lo cual requiere autorregulación. Si no se logra, puede llevar a una desorganización conductual, desregulación emocional y dificultad para prestar atención. A menudo esto se confunde con problemas de conducta, pero en realidad es un trastorno del nivel de alerta que requiere adaptaciones, modificaciones ambientales, la optimización del nivel de alerta que puede surgir de la propia persona autista o la ayuda de un co-regulador para optimizarlo”, agrega la especialista.
“Son varios los trastornos de praxis, sin embargo, uno de los más comunes, que yo he podido observar, es el déficit de integración bilateral secuencial”, menciona Denisse.
La característica principal de este trastorno es la dificultad para realizar movimientos simultáneos o coordinados de ambas partes del cuerpo. Esto puede manifestarse en problemas de coordinación bilateral, tono muscular extensor y flexor, y afectar el planeamiento motor y las respuestas adaptativas a los desafíos del entorno.
En la vida diaria, los niños pueden tener habilidades motoras bien desarrolladas en lo que ya conocen, pero cuando se enfrentan a nuevos desafíos, a menudo no saben cómo responder y necesitan apoyo para establecer organizaciones mentales que les permitan ejecutar las actividades.
Generalmente es un profesional capacitado en integración sensorial, principalmente un terapeuta ocupacional. A veces, kinesiólogos también pueden llevar a cabo estas evaluaciones, pero por lo general son terapeutas ocupacionales quienes se certifican en el área.
No obstante, hay que tener en cuenta que cuando trabajamos con personas autistas no sólo los terapeutas ocupacionales pueden detectar las dificultades sensoriales. Hablamos de un equipo de profesionales, como educadores, psicólogos, fonoaudiólogos, quienes pueden identificar y realizar las derivaciones pertinentes cuando sea necesario”, señala Marcela Villegas Otárola, Educadora Diferencial.
“Cuando pensamos en un niño o una persona adulta dentro del Espectro Autista, la conducta es un signo, pero no es lo más relevante en sí mismo”, comienza explicando Marcela.
También señala que al generar algún tipo de recurso de apoyo o al evaluar un perfil de apoyos, es necesario profundizar en este iceberg, utilizando una clásica forma de representar el Autismo, donde es más lo que no se ve que lo que se ve. Esta mirada más amplia de la persona nos permite comprender qué funciones neuropsicológicas están implicadas en la conducta que observamos. Por ejemplo, cuando una persona corre de un lado a otro, o cuando no quieren subir la escalera, o no pueden organizar una mochila, habría que preguntarse cuáles son las habilidades que aún están en pleno desarrollo o presentan un desarrollo particular.
En este sentido, hay que mencionar que existen habilidades que abarcan aspectos cognitivos, comunicativos, sociales, y además, las habilidades sensoperceptivas. Estas habilidades son fundamentales para funcionamiento de una persona. Cuando nos referimos a ellas, desde una perspectiva educativa, estamos hablando de aquellas que constituyen la base del desarrollo evolutivo. Por lo tanto, si estas habilidades sensoperceptivas no están adecuadamente desarrolladas, todas las habilidades superiores se verán afectadas de alguna manera.
“Cuando observo el comportamiento de un estudiante y noto que tiene dificultades para adaptarse a las demandas del entorno, se deben analizar todas las habilidades que podrían estar aún en proceso de desarrollo”, expresa Marcela.
En el contexto escolar, es crucial responder de manera sensible y respetuosa ante el desarrollo del estudiante. Si no tenemos una mirada interseccional y multidimensional, tendremos menos posibilidades de crear una escuela amiga del Autismo.
Una escuela amigable con el Autismo reconoce las particularidades evolutivas del estudiante y realiza ajustes en función de estas particularidades. El objetivo es que el niño o niña se sienta cómodo, ya que si no lo hacen, no podrán aprender. Por lo tanto, el trabajo a nivel sensorial implica una observación cuidadosa para reconocer los factores que interfieren en el bienestar del estudiante y en su proceso de aprendizaje.
Ocurre que, muchas veces los niños se comportan de manera inadecuada porque están buscando estímulos regulatorios, entonces, “si los profesionales no comprenden esa perspectiva multidimensional e interseccional, es probable que no puedan entender el comportamiento del estudiante”, agrega Marcela.
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El Modelo de Alianza Inclusiva, centro de apoyo al neurodesarrollo del que forman parte ambas profesionales, trabaja desde una planificación centrada en la familia, desde un modelo que además se caracteriza por un enfoque inclusivo y de calidad de vida, basado en el respeto y promoción de los Derechos Humanos.
“Para nosotras en Alianza la familia no es sólo un colaborador más, sino el centro del trabajo con el estudiante autista”. Por lo tanto, la colaboración, la formación y la escucha activa hacia las familias son partes fundamentales del proceso de apoyos, y eso es relevante tanto respecto de las familias de personas autistas como para las familias de personas neurotípicas”, menciona Marcela.
Es primordial salir a la comunidad educativa con una formación abierta y empática. Por lo tanto, cualquier trabajo en el ámbito del espectro autista debe considerar una perspectiva social y territorial.
En este sentido, “es impensable que no tengamos la presencia y la mirada de un terapeuta ocupacional, así como también del psicólogo, el fonoaudiólogo y la educadora diferencial de manera articulada. Esto porque existen habilidades que no son fácilmente visibles ni comprendidas de manera tradicional en el entorno escolar, pero que son fundamentales para promover la inclusión social y una actividad humana funcional y gratificante. Cada profesional aporta una perspectiva única y complementaria que enriquece el abordaje integral en el Autismo y contribuye significativamente al bienestar y desarrollo de las personas dentro del espectro”, finaliza Marcela Villegas Otárola.
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