PhD. Mg. Ps. Francisco Maffioletti
Doctor en Psicología. Máster en Psicología Clínica,...
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La mitomanía es un patrón psicológico caracterizado por la tendencia persistente a mentir sin un propósito claro o una ganancia aparente. En esta noticia, el psicólogo Francisco Maffioletti nos explica en detalle las características de este fenómeno, las diferencias con las mentiras comunes, las causas que lo originan y las estrategias terapéuticas más efectivas para su tratamiento.
La mitomanía, también conocida como pseudología fantástica, se manifiesta como una tendencia persistente a mentir, muchas veces sin un propósito claro o una ganancia aparente. Este fenómeno ha sido observado en diferentes contextos clínicos, aunque no se clasifica actualmente como un trastorno independiente.
En esta noticia, conversamos con el doctor en psicología y docente de Adipa, Francisco Maffioletti, con el objetivo de profundizar en las diferencias entre la mitomanía y las mentiras comunes, explorar sus posibles causas y revisar los enfoques terapéuticos que pueden ayudar a abordarla.
La mitomanía, también conocida como pseudología fantástica, es un fenómeno clínico caracterizado por una tendencia persistente, generalizada y, muchas veces, compulsiva a mentir. A diferencia de las mentiras comunes y cotidianas, que suelen tener un objetivo claro, en este caso el individuo inventa relatos sin un motivo evidente y, con frecuencia, termina creyéndolos como reales.
Según Kainth y Gunturu (2024), “la pseudología fantástica, comúnmente conocida como mentira patológica o mitomanía, es un fenómeno psiquiátrico caracterizado por la mentira persistente, generalizada y, a menudo, compulsiva”.
Así como otros cuadros clínicos presentan patrones distintivos, en la mitomanía lo central es el acto de mentir. Tal como señala el doctor en psicología Francisco Maffioletti, lo que vuelve patológico este comportamiento es su carácter reiterado e innecesario. Las personas mitómanas sienten la necesidad de mentir incluso cuando no existe una ganancia aparente, lo que puede generar consecuencias significativas en su entorno y en sus relaciones.
Muchos/as se preguntan, cómo se diferencia un mitómano de una persona que dice mentiras comunes. “Todos mentimos, en mayor o menor medida, pequeñas mentiras cotidianas que generalmente tienen un objetivo específico o una ganancia clara”, menciona Maffioletti.
En cambio, en la pseudología fantástica no siempre hay una ganancia clara. Muchas veces, la mentira surge sin un propósito evidente y eso es lo que la vuelve un trastorno. Además, según los criterios del DSM-5 y el CIE-11, este tipo de comportamiento genera consecuencias negativas para la propia persona, ya sea en su entorno familiar, social o laboral.
La mitomanía no aparece como un diagnóstico independiente en manuales como el DSM-5 o la CIE-11. Sin embargo, sí se presenta como un comportamiento patológico dentro de otros cuadros. Por ejemplo, es muy poco probable encontrar mentira patológica en personas con depresión, pero sí en trastornos como el antisocial de la personalidad (psicopatía), el narcisista, el histriónico o incluso en el trastorno bipolar.
También se ha descrito en casos de esquizofrenia, aunque en esos casos ya no se trataría de una mentira consciente, sino de una distorsión de la realidad más profunda.
📌Una característica importante es que, en estos cuadros, por su recurrencia, a veces la persona ya no distingue claramente entre lo verdadero y lo falso. Es decir, pueden repetir tantas veces una mentira que acaban creyéndola o confundiéndose con ella.
Son diversas las características de un mitómano, no obstante, uno de los síntomas más evidentes es la baja autoestima. El profesional explica que, las personas con buena autoestima tienden a mentir menos, porque no sienten la necesidad de validarse constantemente frente a otros. En cambio, los mitómanos suelen ser inseguros, buscan validación externa, y eso puede llevarlos a construir versiones de sí mismos ficticias a través de la mentira.
Otra característica es la falta de empatía. Para los mitómanos es más difícil sentir culpa o vergüenza, e incluso, en casos más severos, pueden llegar a perder la capacidad de diferenciar entre la mentira y la verdad.
Además, se describe una sensación similar al síndrome de abstinencia, una especie de tensión interna que se alivia solo al mentir. Esto puede llevar a los individuos a mentir, incluso a desconocidos, solo con el objetivo de liberar esa incomodidad interna o necesidad de gratificación liberada por la mentira.
Existen diversos patrones conductuales asociados a la mitomanía, dentro de los cuales destaca:
La literatura menciona diversos tipos de mitomanía. Dentro de las que se describen incluyen:
Tipo | Explicación |
Egocéntricos | Se relaciona con quienes mienten para engrandecerse. |
Manipuladores | Se relaciona con quienes mienten para controlar o influir en otros. |
Defensivos | Se relaciona con quienes mienten para evitar conflictos o encubrir errores. |
Impulsivos | Se relaciona con quienes mienten sin planificación, por necesidad inmediata. |
📌No obstante, el docente recalca que estos tipos de mitomanía suelen coincidir con trastornos de base. Por ejemplo, un mitómano narcisista tendrá una mitomanía más egocéntrica, mientras que un antisocial puede utilizar la mentira como una herramienta manipuladora.
De acuerdo a las palabras del psicólogo clínico, las causas de la mitomanía están profundamente asociadas a la historia personal de cada individuo, especialmente en los vínculos tempranos y en el contexto familiar. Desde una mirada psicoanalítica, este tipo de comportamiento se construye en la infancia, cuando niños y niñas observan cómo los adultos a su alrededor distorsionan la realidad o recurren a la mentira en algunas circunstancias. “Ese aprendizaje por modelamiento se interioriza y se transforma en una herramienta adaptativa, que luego puede tornarse disfuncional”, añade.
En este sentido, una de las motivaciones más profundas es la necesidad de construir una identidad. En ese proceso, la mentira puede convertirse en un recurso para crear y sostener una versión idealizada de uno mismo, que busca ser aceptada o admirada por los demás. Esta construcción, según Maffioletti, aunque ficticia, entrega una sensación de validación emocional que puede reforzar el hábito de mentir.
A diferencia de otras conductas problemáticas, por ejemplo, el consumo de sustancias, que muchas veces en la historia vital se detona por un evento puntual (ej.: fracaso de proyecto de pareja, cesantía, muerte de persona significativa), en el caso de la mitomanía, esta se integra progresivamente con la estructura de personalidad. Asimismo, las personas con mitomanía desarrollan una emoción primitiva, más corporal que racional, de satisfacción momentánea que puede volverse adictiva.
El tratamiento de la mitomanía varía según el enfoque teórico del terapeuta y la gravedad del trastorno. Aquí exploramos los enfoques más comunes:
Desde el enfoque psicoanalítico, por ejemplo, se busca indagar en las raíces profundas del problema, explorando aspectos como los vínculos primarios, la necesidad de agradar o los mecanismos inconscientes que sostienen el uso reiterado de la mentira.
Desde una perspectiva más práctica, la terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser especialmente efectiva. Este tipo de intervención permite que la persona identifique los patrones de pensamiento y comportamiento que la llevan a mentir, y aprenda estrategias concretas para responder de forma diferente en esas situaciones.
En la TCC se trabaja activamente en el reconocimiento de los contextos que activan la conducta y en el reemplazo del impulso de mentir por acciones alternativas, como detenerse, cambiar de tema o reformular lo que se desea comunicar.
“Por ejemplo, si la persona siente ganas de mentir, puede detenerse, cambiar el tema o incluso recurrir a una acción distractora como jugar, caminar o escribir algo”, señala Maffioletti. La clave está en desactivar el ciclo automático que conecta el estímulo con la conducta de mentir.
En algunos casos, se complementa la intervención psicológica con apoyo psicofarmacológico, especialmente cuando la mitomanía está asociada a otros trastornos como la ansiedad, la impulsividad o cuadros del espectro de la personalidad.
La familia y las personas significativas juegan un papel crucial en el proceso terapéutico, ya que su apoyo emocional, contención y la creación de un entorno coherente pueden ser decisivos para el progreso del paciente. La participación activa de los familiares y personas cercanas no solo refuerza los avances, sino que también ayuda a sostener los cambios a largo plazo.
Un aspecto clave que destaca el docente es que muchas personas mitómanas no identifican su comportamiento como un problema. “En esos casos hablamos de conductas egosintónicas, es decir, que no generan molestia para la persona que las realiza”, explica.
El motor del cambio aparece recién cuando la conducta se vuelve egodistónica, es decir, cuando empieza a generar consecuencias negativas evidentes.
📌Este punto es crucial para comprender por qué muchas veces cuesta que una persona mitómana inicie un proceso terapéutico por voluntad propia.
Aunque la mitomanía ha sido representada muchas veces desde la caricatura o el juicio moral, existen ideas erróneas que es importante desmentir.
Urgelles-Olivia CR, Barroso-Fontanals ME, Millán-Soto A. Mitomanía: un acercamiento a su conocimiento y estudio. Gac Med Est [Internet]. 2025 [citado día mes año]; 6(1): e561. Disponible en: http://www.revgacetaestudiantil.sld.cu/index.php/gme/article/view/561
Kainth T, Gunturu S. Pseudologia Fantastica. 2024 Jul 15. In: StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2025 Jan–. PMID: 39163430.
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