Mg. Ps. Herbert Eduardo Grenett
Psicólogo clínico acreditado con Especialización en Terapia...
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El modelo cognitivo conductual es uno de los enfoques más utilizados y validados para tratar la depresión. En este artículo, exploramos sus fundamentos teóricos, técnicas principales y evidencia clínica, a partir de una entrevista con un experto en psicoterapia cognitivo conductual.
El modelo cognitivo conductual es uno de los enfoques psicoterapéuticos más reconocidos en el tratamiento de los trastornos del ánimo. Su principal premisa se basa en la interacción entre los pensamientos, las emociones y las conductas, entendiendo que las interpretaciones que una persona realiza sobre su entorno y sobre sí misma inciden directamente en su bienestar psicológico.
En el caso de la depresión, este modelo no solo permite comprender cómo se estructura el malestar, sino que ofrece estrategias concretas para intervenir de manera efectiva.
Para profundizar en esta temática, conversamos con el psicólogo y docente de Adipa Mg. Ps. Herbert Eduardo Grenett, especialista en Terapia Cognitivo Conductual, quien explicó en detalle los fundamentos del modelo, su eficacia clínica y las principales herramientas terapéuticas utilizadas en el abordaje de la depresión desde este enfoque.
El modelo cognitivo conductual (TCC) corresponde a una forma de psicoterapia focalizada, estructurada y basada en evidencia científica. Su enfoque parte de la premisa de que los problemas psicológicos no solo se manifiestan a través de los síntomas, sino que están profundamente influenciados por la manera en que una persona piensa, siente y actúa ante los eventos de su vida.
Esta psicoterapia cognitiva conductual ha demostrado ser altamente eficaz en el tratamiento de diversos trastornos mentales, como los trastornos de ansiedad, la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), entre otros.
Desde esta perspectiva, la TCC propone que los síntomas emocionales y conductuales –como la tristeza profunda, la desesperanza o la evitación social– pueden ser el resultado de patrones de pensamiento disfuncionales, que, a su vez, refuerzan conductas desadaptativas. Por lo tanto, intervenir en esas interpretaciones y en las respuestas conductuales asociadas permite modificar el estado emocional del paciente.
Como resume el docente de Adipa: “El modelo cognitivo conductual se centra en la relación inmediata entre pensamientos, emociones y conductas. Comprende que los trastornos de salud mental, como la depresión, surgen a partir de cómo las personas interpretan sus experiencias y las enfrentan. En ese sentido, la terapia busca intervenir en esas interpretaciones y en las conductas que se derivan, para modificar el estado emocional del individuo”.
Aaron T. Beck, psiquiatra estadounidense, es reconocido como el fundador o creador de la terapia cognitiva y es uno de los principales referentes en el tratamiento psicológico de la depresión. A partir de su trabajo, Beck formuló un modelo que sostiene que las emociones y conductas de las personas están influenciadas por sus interpretaciones de la realidad, más que por los hechos objetivos en sí mismos.
En su marco teórico, Beck definió los pensamientos como ideas que pueden presentarse de múltiples formas: impresiones, predicciones, recuerdos, imágenes mentales o evaluaciones internas. Una de sus mayores contribuciones fue la conceptualización de los pensamientos automáticos, los cuales definió como respuestas cognitivas breves, espontáneas y no deliberadas que surgen ante determinadas situaciones, sin pasar por un proceso consciente de reflexión o razonamiento lógico.
Estos pensamientos, por su velocidad y carácter automático, muchas veces no son detectados por el paciente. Suelen ser aceptados como verdades absolutas, sin ser cuestionados, y provocan respuestas emocionales y conductuales inmediatas. Pueden expresarse verbalmente (“no sirvo para esto”) o en forma de imágenes mentales intensas, y son fundamentales en el origen y mantención de los síntomas depresivos.
Además, diferenció entre los pensamientos automáticos y las creencias profundas o subyacentes, que constituyen esquemas cognitivos más duraderos y estables. Estas creencias, construidas a lo largo del desarrollo vital, dan origen a patrones de interpretación que se activan automáticamente ante determinados estímulos, y que muchas veces se relacionan con el autoconcepto, el sentido de valía personal o la percepción de los vínculos con los demás.
Para ilustrar estas diferencias, se presenta la siguiente tabla comparativa:
Característica | Pensamientos automáticos | Creencias |
Duración | Breves y momentáneos. | Estables y duraderas. |
Forma de aparición | Espontánea, rápida, no reflexiva. | Interna, más profunda, menos consciente. |
Contenido | Ideas específicas sobre una situación puntual. | Reglas, supuestos y creencias generales sobre uno mismo y el mundo. |
Accesibilidad | Relativamente fácil de identificar con entrenamiento. | Más difícil de detectar; requieren exploración terapéutica. |
Ejemplo común | “No voy a poder hacerlo” | “Si no tengo éxito, no valgo como persona” |
Función clínica | Activan emociones y conductas inmediatamente. | Sostienen esquemas cognitivos y originan pensamientos automáticos. |
Desde el modelo cognitivo conductual, la depresión se entiende como el resultado de una alteración en los procesos cognitivos y conductuales del individuo. Las personas que experimentan este trastorno presentan una vulnerabilidad cognitiva, es decir, una predisposición a interpretar la realidad de manera distorsionada ante situaciones desafiantes, estresantes o percibidas como amenazantes.
Esta vulnerabilidad está determinada por un conjunto de esquemas cognitivos desadaptativos que suelen girar en torno a temas como:
Estos esquemas actúan como filtros interpretativos y conducen a un procesamiento disfuncional de la información, lo cual genera emociones negativas intensas, conductas de evitación o retraimiento social, y un deterioro significativo del funcionamiento cotidiano.
A nivel más profundo, estos pensamientos automáticos se derivan de creencias subyacentes, también llamadas creencias intermedias, que se construyen a lo largo de la historia personal y suelen estar asociadas a experiencias tempranas de desaprobación, abandono, críticas o carencia afectiva. En contextos actuales que activan dichos esquemas, la persona puede interpretar eventos neutros o ambiguos como confirmaciones de sus creencias negativas.
Por tanto, la terapia cognitiva conductual plantea que el tratamiento de la depresión debe enfocarse en identificar y modificar tanto los pensamientos automáticos negativos como las creencias profundas que los sustentan, al mismo tiempo que se trabaja sobre los patrones conductuales que perpetúan el malestar emocional.
Para explicar cómo el modelo cognitivo conductual comprende y aborda la depresión, el docente presentó una metáfora clínica que funciona como ejemplo explicativo: el caso se asemeja a un volcán en erupción. En esta imagen, los pensamientos automáticos negativos presentan los gases que emergen en la superficie: respuestas rápidas, distorsionadas y emocionalmente cargadas, que dominan la experiencia inmediata del paciente.
Estos pensamientos se originan en el magma profundo del volcán, que simboliza las creencias subyacentes o esquemas cognitivos más estables. En el caso de personas con depresión, estas creencias suelen estar asociadas a temáticas de abandono, rechazo, fracaso o desvalorización personal, construidas desde etapas tempranas de la vida (infancia).
📌Este ejemplo se complementa con una evaluación del comportamiento del paciente. Es común encontrar conductas de evitación de relaciones, inactividad y la pérdida progresiva de interés en actividades gratificantes.
Por lo tanto, en este tipo de casos clínicos, la TCC para la depresión trabaja en ambos niveles: interviniendo en los pensamientos y creencias disfuncionales, y diseñando estrategias conductuales que permitan al paciente reactivar su vida cotidiana y recuperar su bienestar.
El modelo cognitivo conductual para la depresión se organiza habitualmente en tres fases:
En esta etapa se realiza el diagnóstico del cuadro depresivo, que puede ser leve, moderado o severo. Además, se explora la historia personal y se identifican los factores mantenedores del problema.
Asimismo, se lleva a cabo un análisis funcional, que permite entender cómo las interacciones del paciente (laborales, familiares, sociales) podrían estar reforzando los síntomas depresivos.
En esta segunda fase el psicoterapeuta le explica al paciente el modelo cognitivo conductual, con ejemplos concretos y vinculados a su experiencia.
En este sentido, se utilizan esquemas ABC, donde A representa la interpretación de una situación, B la respuesta emocional y conductual, y C las consecuencias. Esta comprensión inicial permite al paciente tomar conciencia de cómo se genera su malestar y qué elementos pueden cambiarse.
En esta tercera fase se implementan las técnicas propias de la TCC. Se comienza por la activación conductual del paciente, una estrategia que busca reintroducir actividades placenteras que generan agrado y gratificación en ellos.
Muchos pacientes llegan a la consulta con una sintomatología intensa, marcada por lo que clínicamente se denomina una visión de túnel: una percepción rígida y sesgada de la realidad, en la que predominna pensamientos autoderrotistas, una imagen negativa de sí mismos y una proyección del futuro teñida por la desesperanza. En estos casos, la intervención inicial se enfoca en generar pequeñas acciones que permitan romper el ciclo de aislamiento e inactividad.
A medida que el paciente comienza a experimentar ciertas mejoras, se introduce progresivamente la reestructuración cognitiva, técnica destinada a identificar, cuestionar y modificar los pensamientos automáticos negativos y las creencias disfuncionales que sustentan el malestar emocional.
La terapia cognitiva conductual cuenta con un repertorio sólido de técnicas que permiten intervenir de manera eficaz en los síntomas deterapiapresivos, tanto en su dimensión cognitiva como conductual. Estas herramientas han demostrado ser eficaces en múltiples contextos y su uso se adapta a las características específicas de cada persona.
A continuación, se presentan algunas de las técnicas utilizadas en el tratamiento de la depresión:
Es una de las técnicas más centrales y reconocidas de la TCC. Tiene como objetivo identificar, analizar y modificar pensamientos automáticos negativos, que suelen aparecer de manera espontánea frente a determinadas situaciones. Estos pensamientos –frecuentemente distorsionados y catastróficos– son sustituidos por interpretaciones más funcionales, realistas y flexibles.
En cuadros depresivos, es común observar una disminución significativa de actividades placenteras o con sentido personal. La activación conductual busca romper el ciclo de retraimiento e inactividad, a través de la planificación progresiva de actividades que generen satisfacción, agrado o logros.
Estas actividades son cuidadosamente diseñadas y adaptadas a las capacidades del paciente, con el fin de recuperar experiencias positivas que generen motivación y sentido vital.
El registro de pensamientos y emociones permiten que el paciente monitoree sus experiencias internas, observando cómo ciertas situaciones o eventos activan pensamientos, emociones y conductas específicas.
Esta técnica promueve el desarrollo de una mayor conciencia emocional y cognitiva, además de ser un insumo clave para el trabajo terapéutico. Facilita la conexión entre lo que la persona vive, interpreta y hace.
Múltiples pacientes con depresión presentan estilos de afrontamiento evitativo, pasivos o dependientes, lo que limita sus capacidades para pedir ayuda, expresar emociones o establecer límites interpersonales. A través del entrenamiento en habilidades socioemocionales, se fortalecen competencias como la asertividad, la regulación emocional, la comunicación efectiva y la resolución de conflictos.
La psicoterapia cognitiva conductual es actualmente uno de los enfoques terapéuticos con mayor respaldo empírico para el tratamiento de la depresión. Organizaciones como el National Institute for Health and Care Excellence (NICE) en Reino Unido y la American Psychological Association (APA) en Estados Unidos, recomiendan la TCC como tratamiento de primera línea para abordar la depresión.
Incluso, en los casos de mayor gravedad, su combinación con tratamiento farmacológico ha demostrado aumentar significativamente los niveles de efectividad y reducir las tasas de recaída.
Sin embargo, el rol del paciente y de la familia se vuelve indispensable a la hora del tratamiento para la depresión.
En el modelo cognitivo conductual, el paciente no es un receptor pasivo del tratamiento, sino un agente activo en su propio proceso de cambio. El éxito de la terapia depende, en gran medida, de su compromiso y participación tanto dentro como fuera de las sesiones.
El terapeuta actúa como guía, entregando herramientas, enseñando técnicas y acompañando el proceso, pero la transformación real ocurre en la vida cotidiana del paciente. Para ello, se asignan tareas semanales como el registro de pensamientos, la ejecución de actividades planificadas o la práctica de nuevas habilidades aprendidas durante la terapia.
Esta dinámica fortalece la autonomía y el sentido de autoeficacia, y permite construir una relación terapéutica basada en la confianza, la validación y el respeto mutuo. El paciente es reconocido como un sujeto con recursos y capacidad de cambio, incluso en medio del malestar emocional.
La familia puede tener un impacto decisivo en el curso de la depresión y en la efectividad del tratamiento. Por ello, es frecuente que en la TCC se incorpore un trabajo psicoeducativo con los familiares, orientado a comprender el modelo terapéutico y evitar patrones que refuercen, de manera inadvertida, conductas depresivas.
Por ejemplo, si un familiar responde al aislamiento del paciente con cuidados excesivos, como llevarle comida a la habitación constantemente, podría estar fortaleciendo la conducta evitativa que mantiene el cuadro depresivo. Desde el análisis funcional de la conducta, estas dinámicas se abordan para favorecer interacciones que promuevan el bienestar.
Pequeñas acciones, como invitar al paciente a realizar actividades compartidas en otros espacios físicos o reforzar su participación en rutinas familiares, pueden tener un efecto positivo. La educación familiar se orienta a identificar y potenciar los comportamientos saludables, transformando el entorno en un apoyo activo para la recuperación del paciente.
“En el escenario actual, caracterizado por altos niveles de estrés, violencia estructural y crecientes problemáticas socioemocionales, la depresión se ha convertido en una de las principales causas de malestar psicológico en la población. Ante esta realidad, se vuelve indispensable que los profesionales de la salud mental cuenten con herramientas terapéuticas basadas en evidencia científica, que les permitan intervenir de manera efectiva y empática”, concluye el profesional.
American Psychological Association. (2019). Clinical Practice Guideline for the Treatment of Depression Across Three Age Cohorts. https://www.apa.org/depression-guideline
Cuijpers P, Miguel C, Harrer M, Plessen CY, Ciharova M, Ebert D, Karyotaki E. Cognitive behavior therapy vs. control conditions, other psychotherapies, pharmacotherapies and combined treatment for depression: a comprehensive meta-analysis including 409 trials with 52,702 patients. World Psychiatry. 2023 Feb;22(1):105-115. doi: 10.1002/wps.21069. PMID: 36640411; PMCID: PMC9840507.
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