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La conexión entre salud mental y estilo de vida: Desafíos para los profesionales de la salud mental

Por qué es urgente que los profesionales de salud mental aprendamos más sobre alimentación, ejercicio físico y sueño.

La conexión entre salud mental y estilo de vida: Desafíos para los profesionales de la salud mental

Las condiciones de salud mental son las situaciones de salud que más impacto tienen en términos de discapacidad y años de vida perdidos (1).

Los trastornos de ansiedad y el trastorno depresivo mayor son las condiciones más prevalentes en Chile y el mundo, planteando grandes desafíos al sistema de salud y al paradigma de atención en salud establecido. Uno de los agravantes es que este tipo de sufrimientos “mentales” casi nunca vienen solos. El nivel de comorbilidad entre las llamadas Enfermedades Mentales Comunes (EMC) y las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT) ha generado mucha discusión en el ámbito de la investigación (2), poniendo sobre la mesa que la alta co-morbiliidad pudiese deberse a factores comunes que no estamos atendiendo de una manera adecuada, ¿será que son expresiones del mismo problema de fondo?.

Lo que plantea la comisión de Psiquiatría de Lancet del 2019 (3) da un tono de urgencia a esta situación. Firth y sus colaboradores ponen de relieve que las personas que sufren de condiciones de salud mental tienen el doble de riesgo de padecer enfermedades físicas, y aún así, son menos diagnosticadas y por lo tanto menos tratadas que el resto de la población, pues la presencia de ciertos síntomas se interpretan como parte de sus condiciones de salud mental, entre otros motivos. En este sentido, sería relevante señalar que nuestras intervenciones como profesionales de la salud mental muchas veces se restringen justamente a “lo mental”.

Entonces… ¿Es posible que haya elementos comunes causando EMC, a la vez las ECNT?

Este es un problema complejo que requiere análisis y soluciones complejas y multinivel. No pretendo plantear todas las dimensiones implicadas. Lo que sí pretendo es señalar que respecto a esto, hay un campo de oportunidad para nosotros como clínicos de salud mental, para ayudar de manera efectiva y a la vez multi-nivel a nuestros pacientes.

Existe un movimiento de atención en salud a nivel mundial que busca atender la complejidad del fenómeno de la salud y la enfermedad, mediante estrategias capaces de aliviar síntomas físicos y mentales a la vez. Es más, es un enfoque de atención en salud que se enfoca en atender la causa de las ECNT (y potencialmente la EMC) y no sólo tratar sus síntomas. Se trata de la medicina del estilo de vida, una rama de la medicina basada en la evidencia que busca prevenir, tratar y en ocasiones revertir enfermedades mediante el uso del cambio conductual en seis pilares del estilo de vida: alimentación, actividad física, higiene del sueño, consumo de sustancias nocivas (alcohol, tabaco), relaciones interpersonales y gestión del estrés (1).

Los hábitos no saludables en estas dimensiones constituyen la base de las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT) tales como la diabetes tipo 2, la hipertensión, la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, que son la epidemia de la vida moderna y ante las cuales la medicina convencional (centrada en los síntomas y no en las causas de las mismas) no ha logrado responder con éxito. Lo interesante es que estos factores de estilo de vida están implicados también en las EMC. Se ha propuesto incluso integrar las EMC dentro de la categoría de la ECNT, con el objetivo de destinar recursos similares a la prevención y tratamiento de la salud mental (2). Para los psicólogos y los trabajadores de la salud mental, es muy interesante estudiar cómo los hábitos de estilo de vida pueden influir en la sintomatología ansiosa y depresiva. Por ejemplo, la evidencia meta-analítica respalda la efectividad del uso de intervenciones nutricionales en depresión (4), así como intervenciones que utilizan el ejercicio físico (5). Es más, ya se han publicado guías clínicas proponiendo el manejo en salud mental con las estrategias del estilo de vida como primera línea de intervención (6).

Y sin embargo, es muy raro que los profesionales de la salud mental tengamos formación en los ámbitos del estilo de vida. Y esto no es sólo una situación en Chile, sino en el mundo. En el 2021, la investigadora Sabrina Mörkl y su equipo (7) realizaron una encuesta online a más de 1000 profesionales de la salud mental provenientes de más de 50 países. Una gran mayoría de los y las psiquiatras (el 73%) y psicólogos (el 66%) declararon no tener formación de posgrado en nutrición. Sin embargo, cerca del 50% de los encuestados reportaron sí dar recomendaciones en torno a patrones de alimentación específicos y suplementación nutricional. Podríamos decir, en relación a esto, que es un tema que aparece en nuestras consultas y sobre el cual no estamos suficientemente formados. Peor aún, muchas de las sugerencias reportadas en la encuesta están en conflicto con las recomendaciones derivadas del consenso científico internacional.

Como una nota de optimismo, el estudio también identificó que prácticamente todos los encuestados declararon tener interés en aprender más sobre psiquiatría nutricional, una disciplina hermana de la medicina del estilo de vida que busca generar evidencia de alta calidad respecto a estrategias nutricionales como herramienta de intervención en salud mental. Probablemente el lector coincida con este interés, si aún retengo su atención. Desde mi observación personal, de todos los profesionales de la salud mental, probablemente seamos los psicólogos y psicólogas quienes menos formación tenemos en estas dimensiones tradicionalmente asociadas a las enfermedades “físicas” (alimentación, actividad física, sueño).

Y apostaría a que si hacemos una encuesta, somos también un grupo con un alto nivel de interés en aprender nuevas estrategias no farmacológicas de intervención relacionadas al estilo de vida. Mi opinión es que -además- somos quienes más habilidades tenemos respecto a cómo gatillar los cambios conductuales requeridos para el cambio de hábitos. Y a ese punto vuelvo al final.

Trabajo colaborativo entre profesionales

Ahora bien, no sugiero que el profesional de la salud mental deba ocupar el lugar del nutricionista ni el nutriólogo. El trabajo colaborativo e interdisciplinario es clave y fundamental. Sin embargo, cuando un psicólogo o psicóloga lleva a cabo intervenciones para ayudar a los pacientes a adoptar hábitos saludables o les proporciona recomendaciones, es su responsabilidad estar capacitado y actualizado para promover siempre el bienestar integral del consultante. Y es más, podemos hacer énfasis en factores que la evidencia ha mostrado claves en la interacción entre los hábitos y la salud mental. Por ejemplo, como marco general de recomendaciones, es el patrón de alimentación mediterráneo el que mejor evidencia tiene respecto al beneficio sobre la depresión y salud mental en general (6).

Sugerencias más específicas como el aumento progresivo del consumo de alimentos fermentados han demostrado beneficiar el funcionamiento cognitivo (8). Entonces, el estilo de vida puede sumar estrategias a nuestro repertorio. Pero permítanme poner una nota más de gravedad al asunto. Necesitamos tener en cuenta que:

  • El patrón de alimentación “normal” en nuestra cultura, alto en productos ultra procesados, bajo en fibra y micronutrientes esenciales para el funcionamiento del sistema nervioso, es un patrón de alimentación asociado significativamente a síntomas
    ansiosos y depresivos. Al contrario, un patrón mediterráneo, predominantemente basado en plantas y granos integrales, es una alimentación comprobadamente anti-depresiva (4).
  • El sedentarismo es una transgresión a nuestras necesidades biológicas y como tal, perturba las funciones corporales favoreciendo estas condiciones. En contraposición, el aumento de la actividad física y el ejercicio físico estructurado es una intervención sólida y con evidencia robusta para tratar condiciones de depresión leves y moderadas (5).
  • La calidad de nuestro sueño es una piedra fundamental de nuestra salud física y mental. Lamentablemente, múltiples factores colaboran a que la mayoría de la población viva en un estado crónico de deprivación de sueño. Respecto a esto, si bien los trastornos del sueño deben ser atendidos por neurólogos y psicoterapeutas especializados, existen sugerencias generales de higiene del sueño que todos los profesionales de la salud debiésemos manejar y que pueden colaborar en la disminución de síntomas asociados a la depresión (9).

Es importante señalar además que estas interacciones cuerpo-mente son objeto de investigación científica. Se han identificado múltiples procesos y vías neurofisiológicas que nos han permitido comprender estas interacciones cuerpo-mente, tales como:

  1. La actividad del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), relacionado a la regulación del cortisol. Los psicólogos estamos familiarizados con esta cadena de activación neurofisiológica desde una perspectiva “top-down”, donde entendemos que el “estrés mental” activa una cadena de reacciones fisiológicas que impactan la salud. Sin embargo, también es cierto que este eje puede ser perturbado por influencias “bottom-up”, que es desde donde opera la influencia de los hábitos de estilo de vida en el cerebro. Por ejemplo, una de esas vías de perturbación son las disfunciones en la microbiota intestinal.
  2. El eje microbiota-intestino-cerebro. La microbiota intestinal (el conjunto de microorganismos que habitan nuestro intestino) está involucrada en muchas funciones que afectan el cerebro y la mente. Por ejemplo, existen bacterias productoras de neurotransmisores tales como el GABA, la dopamina y la serotonina. Otras, productoras de ácidos grasos de cadena corta como el butirato, cuya presencia se asocia al bienestar.
  3. La disponibilidad de macro y micro nutrientes para nuestro sistema nervioso. Por ejemplo, si no consumimos suficiente triptófano, nuestro cuerpo no tendrá la materia prima que necesita para sintetizar serotonina.
  4. La inflamación crónica de bajo grado (también llamada inflamación sub-clínica), una desregulación del sistema inmune.
  5. El estrés oxidativo es un proceso natural que ocurre como resultado del metabolismo celular. En ese proceso, se liberan en sangre los llamados “radicales libres”, desechos metabólicos que nuestro cuerpo puede ir limpiando manteniendo un balance. Pero las condiciones y estilos de vida en que vivimos (niveles de estrés, contaminación, comida ultra-procesada….) generan un nivel de estrés oxidativo que nuestro organismo no alcanza a limpiar, llevando a la acumulación de radicales libres que perjudica nuestra salud.

Por supuesto, no todo se limita al ámbito individual. Los factores socioculturales, económicos y políticos son relevantes y urgentes también. Son medidas fundamentales para lograr cambios a largo plazo. Afortunadamente, también es cierto que sí existen factores modificables desde el nivel individual que pueden tener un gran impacto en la salud de nuestros pacientes, a corto y mediano plazo. Estos factores son el foco de la medicina del estilo de vida.

Ahora bien, el uso de estrategias de estilo de vida en pacientes de salud mental no es sencillo ni directo. Eso lo sabemos. El cambio conductual no es fácil. Es necesario implementar estrategias de intervención adecuadas a cada situación y paciente. Es necesario jerarquizar las intervenciones de acuerdo a las necesidades, preferencias y características de cada paciente. Es necesario utilizar un enfoque que no estigmatice ni sobre-individualice la responsabilidad de los “malos hábitos”. Y en todos estos desafíos, colegas, creo que los psicólogos y profesionales de salud mental tenemos un llamado. Es urgente sumarnos a las conversaciones.

En el registro de la SOCHIMEV (Sociedad Chilena de Medicina del Estilo de Vida) hay sólo 7 psicólog@s entre 130 profesionales socios que nos hemos sumado a esta misión de atender las causas de las enfermedades que más cantidad de sufrimiento, discapacidad y muertes
tempranas generan en el mundo.

Aunque la evidencia respalda el papel de la alimentación, el ejercicio físico y el sueño en la salud mental, es preocupante que muchos profesionales de la salud mental carezcan de formación en estas áreas. Y – de nuevo- no se trata de que los psicólogos nos metamos en el terreno de los médicos, nutricionistas, kinesiólogos ni neurólogos. Se trata de que podamos conversar en un mismo lenguaje, un lenguaje que nos permita colaborarnos de manera más efectiva a favor de los pacientes. Un lenguaje que nos permita distinguir factores relevantes de la forma de vida de nuestros pacientes que pueden estar agravando o provocando síntomas depresivos o ansiosos. La medicina del estilo de vida puede ser esa base de conocimientos común a las profesiones de la salud que nos hace tanta falta.

Mi invitación es a que como profesionales de la salud mental, descubramos nuestro lugar y colaboremos desde nuestra expertiz a construir un enfoque de trabajo en salud basado en el estilo de vida, que atienda a los cimientos biológicos de nuestra salud física y mental. Al unirnos a la conversación y colaborar con otras especialidades, podremos construir un enfoque basado en la evidencia científica que aborde tanto la salud física como mental, ofreciendo así una atención verdaderamente integral a quienes ayudamos.

Referencias: 

  • Izcue, J., Cordero, M. J., Plaza, M., Correa, P. & Hidalgo, A. ¿Qué es la Medicina del Estilo de Vida y por qué la necesitamos? Rev. médica Clín. Las Condes 32, 391–399 (2021).
  • Jacka, F. N., Mykletun, A. & Berk, M. Moving towards a population health approach to the primary prevention of common mental disorders. BMC Med. 10, 149 (2012).
  • Firth, J. et al. The Lancet Psychiatry Commission: a blueprint for protecting physical health in people with mental illness. Lancet Psychiatry 6, 675–712 (2019).
  • Firth, J. et al. The Effects of Dietary Improvement on Symptoms of Depression and Anxiety: A Meta-Analysis of Randomized Controlled Trials. Psychosom. Med. 81, 265–280 (2019).
  • Heissel, A. et al. Exercise as medicine for depressive symptoms? A systematic review and meta-analysis with meta-regression. Br. J. Sports Med. (2023) doi:10.1136/bjsports-2022-106282.
  • Malhi, G. S. et al. The 2020 Royal Australian and New Zealand College of Psychiatrists clinical practice guidelines for mood disorders. Aust. N. Z. J. Psychiatry 55, 7–117 (2021).
  • Mörkl, S. et al. ‘An Apple a Day’?: Psychiatrists, Psychologists and Psychotherapists Report Poor Literacy for Nutritional Medicine: International Survey Spanning 52 Countries. Nutrients 13, (2021).
  • Marx, W. et al. Prebiotics, probiotics, fermented foods and cognitive outcomes: A meta-analysis of randomized controlled trials. Neurosci. Biobehav. Rev. 118, 472–484 (2020).
  • Marx, W. et al. Clinical guidelines for the use of lifestyle-based mental health care in major depressive disorder: World Federation of Societies for Biological Psychiatry (WFSBP) and Australasian Society of Lifestyle Medicine (ASLM) taskforce. World J. Biol. Psychiatry 1–54 (2022) doi:10.1080/15622975.2022.2112074.
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