Sofía Fuentealba
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Descubre en profundidad qué son las funciones ejecutivas, un conjunto de habilidades cognitivas que permiten planificar, inhibir respuestas automáticas y adaptarse a situaciones complejas. Aprende sobre sus principales componentes, su desarrollo y cómo mejorarlas para optimizar el rendimiento en diferentes áreas de la vida cotidiana.
Las funciones ejecutivas han sido objeto de investigación durante las últimas décadas debido a su papel fundamental en la regulación de la conducta humana. Estas competencias abarcan una serie de procesos cognitivos que permiten a los individuos adaptarse a situaciones complejas y tomar decisiones basadas en la planificación y el control de sus acciones.
Esta noticia explorará, junto con el PhD. Mg. Ps. Francisco Ahumada, qué son las funciones ejecutivas, sus principales componentes, su desarrollo y cómo pueden mejorarse.
Las funciones ejecutivas constituyen un conjunto de habilidades cognitivas de alto nivel que incluyen procesos como:
Estas capacidades, de acuerdo con el PhD. Mg. Ps. Francisco Ahumada —experto en neurociencias cognitivas y afectivas—, permiten a los individuos enfrentar de manera eficaz y adaptativa situaciones novedosas y complejas, superando las respuestas automáticas o basadas únicamente en hábitos. Y es que a través de las funciones ejecutivas, es posible diseñar nuevas estrategias de comportamiento, supervisar y evaluar el propio rendimiento, y modificar las respuestas de acuerdo con los cambios del entorno. Esto implica no sólo responder a estímulos inmediatos, sino también anticipar y ajustar el comportamiento de manera estratégica en función de las exigencias cambiantes.
En términos generales, estos procesos operan como un sistema de control que coordina y organiza otros procesos cognitivos fundamentales, como la memoria, la atención y la percepción. Al regular estos mecanismos, facilitan la interacción con el entorno social y físico, permitiendo una respuesta más efectiva.
Las funciones ejecutivas se dividen en varias habilidades específicas, cada una con un rol clave en la regulación del comportamiento y el procesamiento de información:
La memoria de trabajo es la capacidad de mantener y manipular información en la mente durante cortos períodos de tiempo, lo que es esencial para tareas que requieren múltiples pasos o la integración de información relevante para tomar decisiones.
Esta función depende de la corteza prefrontal dorsolateral y está directamente relacionada con la capacidad de planificación y resolución de problemas.
El control inhibitorio se refiere a la capacidad de suprimir respuestas automáticas o impulsivas que no son apropiadas en un contexto determinado. Es crucial para mantener la atención y el foco en una tarea, a pesar de las distracciones o interferencias.
La corteza prefrontal ventromedial está vinculada con este tipo de regulación.
La flexibilidad cognitiva es la capacidad de cambiar de estrategia o de perspectiva cuando las circunstancias lo requieren. Es fundamental para adaptarse a situaciones nuevas y resolver problemas desde diferentes enfoques.
La flexibilidad cognitiva depende de la interacción de la corteza prefrontal con otras áreas cerebrales subcorticales.
Estas habilidades involucran la capacidad de anticipar las consecuencias de las acciones, seleccionar los medios adecuados para alcanzar un objetivo y evaluar los resultados de manera crítica.
La función se relaciona con la corteza prefrontal dorsolateral y orbitofrontal, que integran información cognitiva y emocional para optimizar la toma de decisiones.
El desarrollo de las funciones ejecutivas está estrechamente vinculado al crecimiento y maduración de la corteza prefrontal. En este sentido, el desarrollo de estas funciones comienza en la infancia temprana, alrededor de los 12 meses, y continúa de manera gradual hasta alcanzar su máximo desarrollo durante la adultez temprana, entre los 20 y 25 años.
Este proceso de desarrollo está influenciado tanto por factores genéticos como ambientales, con un crecimiento rápido durante la niñez y la adolescencia, coincidiendo con el aumento del volumen de la corteza prefrontal. Estudios de neuroimagen han demostrado que el volumen de la sustancia gris en la corteza prefrontal aumenta hasta la adolescencia, y luego se reduce de forma gradual, lo que puede explicar la disminución en el rendimiento de las funciones ejecutivas en personas mayores.
Las funciones ejecutivas regulan un conjunto de capacidades fundamentales para que el individuo se adapte de manera eficaz en diversos contextos, favoreciendo el comportamiento orientado a objetivos. Entre las principales competencias gestionadas por estas funciones se encuentran:
Las funciones ejecutivas son esenciales en una amplia variedad de contextos.
En el ámbito laboral, estas competencias permiten gestionar múltiples tareas, tomar decisiones estratégicas y adaptarse a cambios en el entorno.
En el ámbito social, facilitan la regulación emocional y la toma de decisiones en situaciones de conflicto, lo que es crucial para mantener relaciones interpersonales saludable.
En el ámbito educativo, las funciones ejecutivas son clave para el éxito académico, ya que facilitan a los estudiantes organizar su tiempo, mantener el enfoque y adaptarse a los desafíos del aprendizaje.
Las disfunciones ejecutivas están asociadas a una variedad de trastornos neuropsiquiátricos. Entre los más comunes, según Ahumada, se encuentran:
En el TDAH, los déficits en la inhibición y la memoria de trabajo dificultan el control de los impulsos y la regulación de la atención, lo que afecta significativamente el rendimiento académico y social. En el autismo, los problemas de planificación y flexibilidad cognitiva interfieren en la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas, lo que puede generar dificultades en la interacción social.
Existen diversas estrategias para mejorar las funciones ejecutivas, tanto en niños como en adultos. Los programas de rehabilitación cognitiva, que incluyen ejercicios específicos para mejorar la memoria de trabajo, el control inhibitorio y la flexibilidad cognitiva, han demostrado ser efectivos en la mejora de estas funciones en personas con disfunciones ejecutivas.
“Actividades que involucran situaciones problemáticas, como la clasificación de tarjetas de Wisconsin, ayudan a activar y fortalecer las conexiones cerebrales relacionadas con las funciones ejecutivas”, mencionó el doctor en psicología.
Por otro lado, la estimulación cognitiva a través de actividades físicas y mentales, como juegos que implican la resolución de problemas o el aprendizaje de nuevas habilidades, también puede mejorar las funciones ejecutivas. Estudios recientes han explorado el uso de la estimulación magnética transcraneal como una herramienta para mejorar el rendimiento de estos mecanismos pero, de acuerdo con el experto, la mejoría aún no está completamente clara.
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