Dr. Fernando Parada
Doctor en Psicoterapia, Universidad de Chile y...
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Los pensamientos intrusivos son experiencias mentales comunes, pero no siempre comprendidas. En este artículo, exploramos su origen y abordaje terapéutico junto al doctor en Psicoterapia Fernando Parada.
Los pensamientos intrusivos corresponden a pensamientos, ideas o imágenes, recurrentes e involuntarias, que aparecen de manera espontánea en la mente de las personas. A pesar de que, la mayoría de individuos experimenta este tipo de pensamientos ocasionalmente sin mayores consecuencias, para otros puede convertirse en una fuente constante de ansiedad.
Para profundizar en esta temática, entrevistamos al doctor en Psicoterapia Fernando Parada, con quien abordamos qué son estos pensamientos, por qué ocurren y cómo enfrentarlos desde una mirada terapéutica basada en la evidencia.
Los pensamientos intrusivos son pensamientos que aparecen de manera automática e interrumpen el curso natural de las actividades de una persona. Su principal característica es que aparecen sin control consciente y tienden a tener un contenido negativo, lo cual puede afectar directamente el estado emocional de un individuo en el momento presente.
Un ejemplo frecuente sería pensar “no estoy preparado para esto” en medio de una actividad en la que la persona se está desempeñando adecuadamente. Aunque ese pensamiento no refleje la realidad, puede generar duda, ansiedad o retraimiento si se percibe como real.
Los pensamientos intrusivos se caracterizan por ser:
La aparición de pensamientos intrusivos se debe a diversos factores psicológicos y contextuales. A pesar de que en diversos casos pueden generar incomodidad, su presencia no es patológica: forman parte del funcionamiento natural de la mente humana y son experiencias que la mayoría de las personas ha tenido en algún momento.
Desde el enfoque de la terapia de aceptación y compromiso (ACT), el foco no se centra en el contenido del pensamiento, sino que en la relación que establecemos con él. Desde esta mirada, se reconoce que los pensamientos son inevitables y producto de una historia de aprendizaje.
“El problema surge cuando las personas los interpretan como verdades absolutas, lo que puede ocasionar miedo, culpa o conductas de evitación. Por el contrario, si se observan desde una perspectiva flexible, es posible continuar con las actividades valiosas sin que el pensamiento interfiera”, explica el doctor.
Si bien, todos los pensamientos son en cierta medida automáticos, los pensamientos intrusivos se diferencian de otros por no estar necesariamente vinculados al contexto en que ocurren. Además, tienden a manifestarse con una carga emocional negativa más intensa.
Por ejemplo, una persona puede estar actuando con seguridad en una situación, y aun así, experimentar pensamientos que contradicen esa realidad, como “no sé qué hacer”, lo que genera una desconexión entre el contexto y el contenido mental.
Los pensamientos intrusivos pueden manifestarse en una amplia variedad de contextos, tanto en personas sin diagnósticos clínicos como en aquellas que enfrentan cuadros psicológicos complejos.
En población general, los pensamientos intrusivos pueden estar relacionados con preocupaciones cotidianas.
Por ejemplo, alguien puede pensar “¿cerré la puerta al salir de casa?, o ¿y si me equivoco de una exposición?”. Este tipo de pensamientos, aunque incómodos, no impiden el funcionamiento diario si se interpretan como parte del flujo mental natural.
Asimismo, son frecuentes en contextos exigentes, como en el ámbito académico o laboral. Incluso, personas con alto nivel educativo pueden experimentar el llamado síndrome del impostor, creyendo que no son lo suficientemente buenos y capaces, a pesar de que la evidencia diga lo contrario.
En contextos clínicos, estos pensamientos suelen aparecer con mayor frecuencia e intensidad. En el caso del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) adoptan la forma de obsesiones: pensamientos persistentes que pueden experimentarse como no deseados y pueden generar malestar.
Por otro lado, en el trastorno de ansiedad generalizada o la ansiedad social, estos pensamientos pueden inducir a la evitación: “si salgo, algo malo va a pasar”.
“Sin embargo, aunque el contenido varía, la función es la misma: bloquean conductas valiosas y generan ansiedad o sufrimiento”, aclara el experto.
La aparición ocasional de pensamientos intrusivos es parte del funcionamiento mental normal. Sin embargo, existen ciertos indicadores que permiten diferenciar cuándo estos pensamientos requieren atención clínica.
No todos los pensamientos intrusivos requieren atención clínica o médica, es normal que aparezcan de manera ocasional en la mente de las personas. No obstante, cuando estos pensamientos comienzan a interferir con la vida cotidiana, generan sufrimiento significativo o llevan a conductas de evitación constantes, es recomendable buscar apoyo profesional.
Una señal de alerta es el intento reiterado y fallido de eliminar este tipo de pensamiento. Esta estrategia, además de ineficaz, suele intensificar el malestar emocional, y provocar más ansiedad y frustración.
En estos casos, lo esencial es evaluar el impacto funcional que estos pensamientos tienen en la vida cotidiana. Cuando empiezan a alejar a la persona de actividades o relaciones sociales, el sufrimiento tiende a incrementarse. Por ello, trabajar estos contenidos mensajes con un profesional puede ser fundamental para recuperar el bienestar.
Desde la mirada de la terapia de aceptación y compromiso (ACT), el enfoque del trabajo terapéutico está en transformar la manera en que las personas se relacionan con ellos. El foco del trabajo terapéutico no está en eliminar los pensamientos intrusivos, sino en transformar la forma en que las personas se relacionan con ellos.
Este modelo, parte de las terapias denominadas de tercera generación, propone un abordaje centrado en la aceptación, la flexibilidad psicológica y la acción guiada por valores personales.
En lugar de intentar eliminar o modificar directamente el contenido del pensamiento, las terapias de tercera generación, como la terapia de aceptación y compromiso, no buscan cambiar el pensamiento, sino modificar la relación que se establece con él.
“No lo eliminamos; lo acogemos, lo entendemos y decidimos cómo actuar desde lo que valoramos”, explica.
Este tipo de terapia propone trabajar desde el “yo como contexto”, es decir, ayudar a las personas a dejar de identificarse completamente con sus pensamientos. En lugar de afirmar “soy incapaz”, se entrena la habilidad de decir “estoy teniendo el pensamiento de que soy incapaz”, lo que permite mayor libertad de acción.
ACT integra una serie de ejercicios experienciales y recursos metafóricos que permiten a las personas tomar distancia de su contenido mental.
Uno de los más comunes y utilizados es la metáfora del tablero de ajedrez, en donde las personas dejan de verse como una pieza limitada y comienzan a identificarse con el tablero, que contiene todo lo que ocurre.
Con este tipo de ejercicios, se entrena a los pacientes a observar sus pensamientos desde una perspectiva más amplia y compasiva. Así, incluso cuando el pensamiento persiste, deja de tener el poder de bloquear el comportamiento.
“Apropiémonos de nuestra identidad como psicoterapeutas y no entendamos los pensamientos intrusivos solo como síntomas de un cuadro. Los pensamientos intrusivos pueden abordarse desde marcos que los entienden como experiencias humanas analizables y trabajables en contexto. Existen herramientas y enfoques efectivos para acompañar estos procesos de manera significativa”, concluye el profesional.
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Sesiones 100% en vivo, si no puedes asistir, puedes revisar posteriormente la grabación en tu aula virtual. No aplica para acreditaciones internacionales.
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