PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini
Es Doctor en Psicología Clínica, Educacional y...
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La mentalización, proceso mediante el cual comprendemos los estados mentales propios y ajenos, es clave en la salud mental y la práctica clínica. En este artículo, de la mano de un experto, aprenderás qué es la mentalización, cómo mejorarla y explorarás sus dimensiones asociadas para interpretar mejor emociones y comportamientos.
La mentalización, conocida por ser el proceso mediante el cual comprendemos los estados mentales propios y ajenos, ha cobrado gran relevancia en el campo de la salud mental. Esta capacidad esencial nos permite interpretar comportamientos y emociones, y es clave en la práctica clínica. Con dimensiones tanto teóricas como prácticas, la mentalización se aplica en diversos contextos.
Conversamos con el docente de Adipa y experto en el tema, PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini, quien nos explicó en detalle la importancia de este concepto, sus dimensiones, y cómo su comprensión puede transformar el trabajo terapéutico.
La mentalización corresponde a una actividad que realiza la imaginación humana con el objetivo de explicar el comportamiento propio y ajeno, en tanto basado en estados mentales.
Detrás de cada comportamiento hay un estado mental, es decir, si una persona se levanta, camina hacia la cocina y se sirve un vaso de agua, se podría inferir que lo hace porque tiene sed, y la sed, en este contexto, se entiende como un estado mental. De manera similar, al observar a alguien llorando, es razonable imaginar que la persona está experimentando tristeza, otro estado mental.
No obstante, como cualquier acto de imaginación, la mentalización no garantiza una verdad absoluta, sino que opera dentro de un marco de probabilidades. Y cuando se interpreta como una ‘verdad absoluta’ en lugar de una probabilidad, entonces la mentalización se está utilizando mal o está fallando.
“El origen de la mentalización es complejo y tiene una historia larga y técnica”, comienza explicando el especialista.
Esta teoría, que surge al estar estudiando características de la teoría del apego, se desarrolló principalmente en las décadas de los 80 y 90. En ese tiempo, surgieron interrogantes acerca de cómo las madres con apego seguro tenían mayores probabilidades de tener hijos que también tuvieran apego seguro.
Se sabía que aproximadamente el 75% de las mujeres con apego seguro tendían a tener hijos que mostraban el mismo tipo de apego. En consecuencia, la pregunta principal radicaba en entender ¿cómo se transmitía ese apego? ¿Era algo genético, psicológico o social? La respuesta es que se hereda a través de la capacidad de mentalización de esa madre.
Dentro de los académicos que estudiaron la transmisión intergeneracional del apego están Peter Fonagy y Mary Target, quienes junto a otros psicoanalistas de esa época formaron un grupo que se reunía semanalmente para discutir sus investigaciones.
Asimismo, hay que recalcar que la pregunta sobre el mecanismo de transmisión intergeneracional surgió de dos estudiantes de doctorado, un matrimonio canadiense que hoy son importantes teóricos y practicantes de la teoría del apego en Estados Unidos: Miriam y Howard Steele.
La mentalización se nutre de la teoría del apego y esta última surge desde el psicoanálisis. Esta teoría nace en conjunción con otras ciencias como la psicología animal, la psicología evolutiva, la teoría de la evolución de las especies, entre otros. Todo esto forma parte de la base teórica de la mentalización.
Asimismo, la mentalización se relaciona con varias teorías ya existentes en psicología, organizadas bajo el término general de teorías de cognición social.
Del psicoanálisis contemporáneo también proviene la teoría intersubjetiva, donde se entiende que algo nuevo se crea en las experiencias interpersonales que no está relacionado únicamente con la mente individual de cada persona. Esto está mediado por la mentalización y también aborda aspectos de psicología general, como la atención, la memoria y la percepción, ya que los comportamientos que queremos explicar deben ser percibidos. En esta línea, las personas con ceguera o problemas de atención pueden tener dificultades para mentalizar.
Es importante señalar que, aunque se utiliza el término “mentalización”, esta debería ser utilizada como un verbo: “mentalizar”. Esto se refiere a una acción que implica una combinación de muchas capacidades y probabilidades del cerebro que se integran para llevar a cabo una acción particular.
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Existen cuatro dimensiones principales en las que se puede ubicar la mentalización. Estas dimensiones representan polaridades. En este sentido, la mentalización requiere que, para su adecuado funcionamiento y aplicación, se desplace entre estas polaridades.
Cualquier esfuerzo de mentalización puede describirse según su ubicación entre dos polaridades dentro de estas dimensiones. Esto implica que algunos esfuerzos de mentalización se centran más en el otro, mientras que otros se enfocan más en uno mismo; esto es lo que constituye una polaridad.
La mentalización externa se basa en dirigir la atención hacia las cualidades visibles y físicas de las personas, así como a las dinámicas de la interacción. Entre las actividades que se originan en el exterior se encuentran la observación de acciones, la imitación de comportamientos, y el reconocimiento visual de emociones e intenciones que se manifiestan en expresiones faciales, gestos y posturas.
Por ejemplo, al describir a una persona como “rubia de ojos azules”, se podría inferir que es confiable y tiene buenas intenciones. En cambio, si se trata de una persona de una raza minoritaria, se pueden formar prejuicios negativos basados únicamente en su apariencia. Este tipo de mentalización se centra en aspectos externos.
Por otro lado, la mentalización interna se enfoca en el estado emocional y mental propio. Por ejemplo, si alguien dice: “Me siento ofendido por algo que hiciste; por lo tanto, tu intención fue ofenderme”, está interpretando la situación desde su propia perspectiva interna. Esta dimensión se relaciona con las emociones y percepciones individuales.
La mentalización centrada en el yo implica la capacidad de reflexionar sobre nuestros propios estados mentales y emociones, lo que nos permite ser conscientes de nuestras experiencias internas y conectar con nosotros mismos.
Por otro lado, la mentalización centrada en los demás se refiere a la habilidad de dirigir nuestra atención hacia las experiencias y estados mentales de otras personas. Esta capacidad es esencial para comprender sus perspectivas, cultivar empatía y dar sentido a sus comportamientos.
Estas dimensiones se refieren a los resultados de la mentalización y a cómo se procesan los pensamientos y sentimientos.
La mentalización cognitiva se centra en el razonamiento y el análisis de las situaciones, mientras que la dimensión afectiva aborda las emociones y sentimientos involucrados. En la práctica, la mayoría de las veces, los procesos cognitivos y afectivos se encuentran en un punto intermedio entre estas dos polaridades.
La mentalización automática ocurre de manera rápida y sin esfuerzo consciente, a menudo basada en intuiciones o impresiones inmediatas.
En contraste, la mentalización controlada implica un proceso deliberado y consciente. Por ejemplo, un psicoterapeuta en sesión intenta mentalizar de forma muy consciente y deliberada, analizando cada aspecto de la interacción, en lugar de dejarse llevar por respuestas automáticas.
En la vida cotidiana, es natural que surjan conflictos que nos lleven a tener pensamientos automáticos y negativos. Por ejemplo, si no nos va bien en una prueba, podríamos pensar: “Soy terrible en esto, siempre fracaso, nunca me irá bien.” Este tipo de mentalización, centrada en una única perspectiva negativa, puede ser común, pero cuando se convierte en nuestra única forma de interpretar las situaciones, puede derivar en problemas emocionales como la depresión.
La mentalización, como técnica, busca precisamente romper con esa rigidez de pensamiento. No se trata de adoptar de inmediato una nueva perspectiva, sino de poner en duda la interpretación inicial y permitirnos explorar otras posibilidades. “Este ejercicio de cuestionar nuestras conclusiones automáticas es clave en el proceso terapéutico”, explica el experto.
Cuando la mentalización se utiliza en el contexto de la psicoterapia, es común que haya fallos durante las sesiones, especialmente cuando se abordan temas emocionales. Las emociones intensas dificultan el proceso de mentalización, lo que puede llevar a malinterpretaciones o respuestas automáticas. No obstante, estas fallas son esperadas y forman parte del proceso. De hecho, se busca que surjan como oportunidades para explorar el conflicto y retroceder en la conversación, permitiendo una reevaluación de la situación en tiempo real.
Así, lo importante no es evitar las fallas, sino aprender de ellas para mejorar el entendimiento de uno mismo y de las relaciones con los demás. Este enfoque se aplica en distintas corrientes psicoterapéuticas, ya sea psicoanalítica, cognitivo-conductual, o cualquier otra, y es relevante en diversas poblaciones, desde niños hasta adultos mayores.
Las estrategias para mejorar la mentalización se encuentran integradas en diversas terapias derivadas de este concepto, como la Terapia Basada en la Mentalización (MBT, por sus siglas en inglés). Aunque inicialmente se desarrollaron para tratar los trastornos de personalidad, hoy en día estas técnicas se aplican a una amplia variedad de problemas. Además, la mentalización está estrechamente vinculada con la práctica psicoterapéutica en general, lo que permite su uso en distintos contextos clínicos.
Lo interesante de la mentalización es que, aunque muchos terapeutas ya la empleaban de manera intuitiva, ahora está formalmente estructurada y puede ser utilizada de manera más consciente y sistemática.
Una de las ventajas clave de la mentalización es que, al ser una habilidad práctica, puede desarrollarse, aprenderse y perfeccionarse con el tiempo. El proceso de mejorarla se basa en la repetición continua, en particular con los siguientes pasos:
El objetivo final de la mentalización es que como seres humanos comprendamos que un comportamiento puede tener múltiples interpretaciones. Al practicar esto en un entorno terapéutico seguro, se espera que el paciente pueda aplicar esta habilidad fuera de la terapia, en su vida cotidiana, lo cual es esencial para su progreso, comenta el profesional.
En Adipa, ofrecemos el curso “Mentalización: Aspectos teóricos y prácticos”, dirigido por Nicolás y con la participación de expertos docentes, incluido Peter Fonagy desde singlare. En el curso se profundiza en este concepto clave para el trabajo clínico.
“Es fundamental que los profesionales de la salud mental comprendan a fondo el concepto de mentalización. Aunque pueda parecer que lo hacemos de forma intuitiva en nuestras interacciones diarias, este concepto organiza enormemente el trabajo terapéutico, permitiendo reconocer y diagnosticar fallos en la mentalización en tiempo real durante una sesión”, menciona Nicolás.
Asimismo, dominar la teoría de la mentalización no solo enriquece la práctica clínica, sino que también abre puertas hacia otras teorías más actuales. “Es como intentar leer la segunda parte de una saga sin haber entendido la primera: resulta casi imposible avanzar sin tener claro el punto de partida”, ejemplifica.
Este concepto es especialmente relevante porque la psicología es una ciencia joven y en constante evolución.
El curso en vivo ya se realizó, pero aún puedes inscribirte y ver las sesiones grabadas. Esto no afecta tu calificación y/o certificación. Disponible por pocos días.
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