Mg. Ts. Carol Bettiz
Magíster en Intervención Socio Jurídica en Familia...
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Las competencias parentales son uno de los pilares fundamentales del desarrollo infantil y adolescente. Comprenderlas en profundidad es clave para intervenir de forma efectiva en contextos clínicos, comunitarios, educativos y judiciales. En esta noticia, exploramos sus tipos, características y herramientas para su evaluación, junto a la mirada especializada de la trabajadora social y docente Mg. Carol Bettiz.
Las competencias parentales son esenciales para garantizar el desarrollo integral y la protección de niños, niñas y adolescentes, especialmente en contextos clínicos, educativos, comunitarios y judiciales. Para los y las profesionales del ámbito psicosocial, comprender estas competencias y disponer de herramientas para evaluarlas resulta clave en su quehacer cotidiano.
Para profundizar en este tema, entrevistamos a la docente Mg. Ts. Carol Bettiz, trabajadora social con especialización en evaluación de competencias parentales.
En este artículo abordamos qué son las competencias parentales, cuáles son sus tipos y cómo se pueden trabajar y evaluar de forma rigurosa y profesional.
Las competencias parentales son el conjunto de habilidades, capacidades y disposiciones que posee un adulto para ejercer adecuadamente la crianza, cuidado y formación de niños, niñas y adolescentes. Estos elementos se observan en la práctica diaria y pueden ser comprendidos desde dos grandes componentes: uno biológico, relacionado con lo heredado, y otro práctico, que se construye y perfecciona a lo largo de la experiencia y la reflexión personal.
Estas competencias, según Maryorie Dantagnan y Jorge Barudy (2007), se definen como “capacidades prácticas de los padres para cuidar, proteger y educar a sus hijos, asegurándoles un desarrollo sano”, lo que refuerza su carácter desarrollable y no exclusivamente biológico. Este enfoque enfatiza que dichas competencias pueden desarrollarse en adultos significativos, incluso cuando no son los progenitores biológicos, lo que refuerza su vínculo con la parentalidad social.
En el contexto de la crianza y la intervención psicosocial, los conceptos de competencia, habilidad e idoneidad son usados como sinónimos. En la práctica profesional, especialmente en contextos judiciales, lo que se evalúa es la capacidad concreta de un adulto para cuidar y proteger de forma adecuada a un niño, niña o adolescente.
De acuerdo con Jorge Barudy, las competencias parentales se asocian con la parentalidad social, diferenciándose así de la parentalidad biológica. En muchos casos, madres y padres pueden asumir la parentalidad social como una extensión de la biológica. Sin embargo, existen situaciones en las que, a pesar del vínculo genético, hay incompetencias parentales que provocan carencias y daños en los niños y niñas.
La docente complementa esta visión señalando que “no todos aquellos que engendran tienen esta capacidad de cuidar a un otro”, enfatizando que la parentalidad social involucra aprendizajes, decisiones y experiencias que permiten ejercer un rol protector y vincular. Aún frente a estas deficiencias, otras figuras adultas significativas pueden ejercer una parentalidad social que compense dichas carencias, asegurando la satisfacción integral de las necesidades del niño, niña o adolescente.
Esta distinción permite comprender que el ejercicio de la parentalidad no depende exclusivamente del lazo biológico, sino de la capacidad concreta de cuidar, proteger y educar.
La literatura especializada distingue cuatro tipos fundamentales de competencias parentales. Cada una de ellas aborda aspectos distintos del rol cuidador y son clave para una evaluación integral.
Esta competencia hace referencia a la calidad del vínculo emocional que el adulto establece con el niño o niña.
Incluye la sensibilidad, la calidez en el trato y el involucramiento efectivo en la vida del menor. Es una competencia que está relacionada con procesos de mentalización y atención sensible.
Involucra la capacidad de la persona cuidadora para transmitir valores, normas y estrategias de socialización. Va más allá del ámbito escolar e implica formar personas con habilidades para desenvolverse en diferentes contextos sociales.
Se relaciona con el resguardo de la integridad del niño frente a peligros físicos, psicológicos o sociales. Incluye la prevención de situaciones de riesgo, así como la capacidad de actuar frente a vulneraciones de derechos.
Es la más compleja y está relacionada con el autoconocimiento, la capacidad de analizar la propia historia de vida y de buscar activamente información o acompañamiento para mejorar el rol parental.
El fortalecimiento de las competencias parentales requiere intervenciones sistemáticas, planificadas y sostenidas, que consideren tanto las trayectorias de vida de los cuidadores como las necesidades específicas de los niños, niñas y adolescentes a su cargo. Según Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan (2007), estas competencias pueden ser desarrolladas mediante procesos que reparen vínculos, fortalezcan habilidades y promuevan prácticas de cuidado sensibles y respetuosas, especialmente en contextos marcados por la adversidad o el trauma.
En esta línea, la profesional trabajadora social enfatiza en que las competencias parentales no se adquieren de forma inmediata ni únicamente desde lo teórico, sino que requieren de acompañamiento profesional, práctica reflexiva y experiencia sostenida. Destaca la importancia de intervenciones como la “terapia parental”, entendida como un proceso terapéutico orientado a fortalecer el rol de la persona cuidadora desde una perspectiva conductual y reflexiva, sin patologizar su función.
Entre las estrategias identificadas se incluyen:
“Estas metodologías permiten trabajar aspectos vinculares, formativos y protectores, y deben ser conducidas por personas profesionales capacitadas en infancia y familia, como psicólogos y trabajadores sociales”, menciona.
Estas intervenciones son especialmente relevantes en contextos de alta complejidad, como aquellos derivados por tribunales o servicios de protección, pero también pueden implementarse de forma preventiva, promoviendo una parentalidad social que contribuya al desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes.
Diversos programas de intervención basados en evidencia han identificado actividades clave para el fortalecimiento de las competencias parentales. Estas prácticas, utilizadas en enfoques como Triple P (Positive Parenting Program) o Incredible Years, están diseñadas para mejorar la comunicación, la vinculación afectiva y la gestión del comportamiento en el entorno familiar. aca se podria agregar DPA The Positive Discipline Association
Entre las actividades comúnmente aplicadas se encuentran:
Se simulan situaciones cotidianas desafiantes con el objetivo de practicar respuestas parentales más eficaces, facilitando el ensayo de habilidades como la regulación emocional, la contención y el establecimiento de límites.
Las personas cuidadoras observan ejemplos de interacciones positivas y aprenden a replicarlas en su vida diaria, promoviendo la imitación de estilos parentales sensibles y consistentes.
La implementación de rutinas estables en alimentación, sueño y estudio permite mejorar la sensación de seguridad en niños, niñas y adolescentes, reforzando el ejercicio formativo y protector del rol parental.
El juego dirigido por personas adultas se utiliza como medio para fortalecer el vínculo afectivo, fomentar la cooperación y desarrollar habilidades sociales en la infancia.
Existen diversos instrumentos que, utilizados por profesionales capacitados, permiten explorar las dimensiones vincular, formativa, protectora y reflexiva del ejercicio parental.
A continuación, se presentan algunas de las herramientas más utilizadas en contextos clínicos y judiciales:
Cabe destacar que, estas herramientas no deben ser utilizadas de forma aislada. La triangulación de información es esencial para una evaluación ética y metodológicamente rigurosa.
El curso “Abordaje Integral de las Competencias Parentales”, impartido por la docente Carol Bettiz Ortiz, está diseñado para entregar herramientas teóricas y prácticas que permitan evaluar e intervenir en competencias parentales desde un enfoque integral, ético y contextualizado.
Durante el curso se abordan marcos conceptuales actualizados, estrategias de intervención y herramientas de evaluación. Además, se profundiza en conceptos como la parentalidad social, la reflexividad parental y la articulación intersectorial en casos de alta complejidad.
“Está pensado para profesionales que trabajan en protección, tribunales de familia o en contextos clínicos, y que requieren evaluar, intervenir o fortalecer las capacidades parentales de los adultos cuidadores”, finaliza la docente.
Barlow, J., Bergman, H., Kornør, H., Wei, Y. y Bennett, C. (2016). Programas grupales de capacitación parental para mejorar el ajuste emocional y conductual en niños pequeños. Base de Datos Cochrane de Revisiones Sistemáticas , 2016 (8), CD003680. https://doi.org/10.1002/14651858.CD003680.pub3
Barudy, J., & Dantagnan, M. (2007). Los desafíos invisibles de ser madre o padre: Manual de evaluación de las competencias y resiliencia parental. Editorial Gedisa.
Sesiones 100% en vivo, si no puedes asistir, puedes revisar posteriormente la grabación en tu aula virtual. No aplica para acreditaciones internacionales.
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