Mg. Dra. María Vergara
Psiquiatra Infanto-Juvenil, Magíster en Psicología Clínica Infanto-Juvenil....
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Enfrentar una crisis de pánico puede ser una experiencia desconcertante y aterradora, tanto para quienes la padecen como para quienes los rodean. En este artículo, exploraremos en profundidad qué es una crisis de pánico, sus síntomas principales, causas y las formas más efectivas de tratamiento.
En la actualidad, las crisis de pánico y la salud mental son temas de gran relevancia en nuestra vida diaria. Surge con frecuencia la necesidad de entender qué son las crisis de pánico, cuáles son sus síntomas, causas y tratamientos, así como saber cómo apoyar a quienes las experimentan.
Para abordar esta temática, conversamos con Mg. Dra. María Francisca Vergara, psiquiatra especializada en niños, niñas y adolescentes, quien nos ofrece su experiencia y perspectiva.
Una crisis de pánico es un episodio repentino de malestar intenso, donde el individuo experimenta un miedo abrumador.
Se caracteriza por dos aspectos clave: los síntomas físicos y psicológicos. En el área física, se presentan diversos síntomas como palpitaciones, sudoración y temblores asociados a sensaciones corporales de activación. Mientras que por el lado psicológico, la persona experimenta pensamientos catastróficos, como la sensación de que algo terrible está ocurriendo.
Estos suelen ser los rasgos principales a la hora de hablar de una crisis de pánico.
Como bien dijimos, son diversos los síntomas asociados a las crisis de pánico. Sin embargo, existen algunos síntomas que se dan con más frecuencia en estos casos.
Estos síntomas a menudo se confunden con un infarto o una crisis respiratoria.
Estos pensamientos suelen estar acompañados de afirmaciones como: “algo terrible está ocurriendo”; “me podría morir”; “volverse loco”; “estoy sufriendo un infarto”.
Además, como destaca la profesional, un aspecto crucial es el miedo a experimentar nuevas crisis, lo que lleva a evitar situaciones que podrían desencadenarlas. Este temor constante puede limitar significativamente la calidad de vida y la capacidad de enfrentar situaciones cotidianas.
“Determinar las causas de una crisis de pánico es una tarea compleja, ya que los desencadenantes pueden variar según la causa subyacente”, comienza explicando la especialista.
Aunque a simple vista podría parecer una reacción a algo que asustó a un individuo, la realidad es más profunda. Algunas personas pueden experimentar crisis de pánico como parte de un trastorno de pánico, mientras que en otros casos, estas crisis pueden surgir en el contexto de otros cuadro de salud mental, como la depresión o el estrés postraumático.
Desde una perspectiva científica, la ansiedad que desencadena estas crisis se origina por una hiperactividad en una parte específica del cerebro, la amígdala. La amígdala es una estructura del cerebro crucial para la supervivencia, ya que alerta a las personas ante posibles peligros. No obstante, en las crisis de pánico la amígdala se activa de manera exagerada, sin la adecuada regulación de la corteza prefrontal, la cual es responsable de planificar y regular las emociones.
☑️Si te interesa profundizar en la temática, te recomendamos leer: Trastorno de pánico, cuando el miedo agobia: síntomas y abordaje.
El primer paso fundamental para abordar una crisis de pánico es asegurarse de recibir una evaluación médica adecuada.
A pesar de que el acceso a especialistas en salud mental puede ser limitado, un médico general puede hacer una buena evaluación inicial para descartar problemas médicos graves, como enfermedades cardiovasculares, respiratorias o endocrinas, destaca la profesional.
Una vez realizada una evaluación diagnóstica completa, que puede incluir exámenes médicos y la recomendación de psicoterapia, se pueden implementar diversas estrategias para manejar la crisis de pánico. La psicoterapia, especialmente la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), es una herramienta clave para identificar y modificar patrones de pensamiento que alimentan la ansiedad.
En algunos casos, el uso de medicamentos es necesario. A largo plazo, los antidepresivos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), son frecuentemente utilizados, mientras que en situaciones de crisis aguda, se pueden utilizar medicamentos de acción rápida, como las benzodiazepinas. Es crucial que estos fármacos sean administrados bajo estricta supervisión médica, debido al riesgo de dependencia asociado a su uso prolongado.
Como complemento a estos tratamientos, técnicas como la respiración consciente, la relajación progresiva y la meditación pueden ser herramientas efectivas para anclar a la persona en el presente y reducir la intensidad de la crisis.
Lo más importante es entender que siempre se debe priorizar buscar ayuda y una evaluación profesional para descartar que no es un cuadro médico. En esta misma línea, el rol que tienen las demás personas del entorno es principalmente no minimizar la situación.
Durante la crisis, es importante que los demás brinden seguridad y no nieguen la situación con frases como “no te preocupes” o “no es para tanto”. Es mejor mantenerse neutral, ofrecer un entorno tranquilo y ayudar a la persona a centrarse en el presente, con el objetivo de reducir la intensidad de la crisis.
“Es vital que las personas comprendan que los síntomas físicos y psicológicos de una crisis de pánico no deben ser ignorados ni minimizados. Palpitaciones y dolor en el pecho, por ejemplo, pueden ser signos de un infarto o simplemente manifestaciones de ansiedad, pero siempre es mejor consultar con un médico. Incluso si se diagnostica un trastorno de pánico, hay cambios corporales reales y medibles que ocurren, como la liberación de cortisol, que pueden tener efectos a largo plazo si no se tratan. Por lo tanto, nunca se debe subestimar la importancia de buscar ayuda profesional ante estos síntomas”, finaliza la especialista.
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