PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini
Es Doctor en Psicología Clínica, Educacional y...
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El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) mantiene una prevalencia alta en contextos de salud mental, es por ello, que cualquier profesional de la salud debe conocer y formarse en él, con la finalidad de diagnosticar y apoyar al paciente manera efectiva.
Infórmate sobre sus síntomas, criterios diagnósticos y más, en este artículo de Adipa.
Cifras del Manual MSD (Merck Manual of Diagnosis and Therapy) indican que, aproximadamente un 3% de los adultos padece Trastorno de Ansiedad Generalizada, anualmente. De acuerdo a esto, es importante destacar que las mujeres tienen un riesgo significativamente mayor, con el doble de probabilidades, de experimentar este trastorno en comparación con los hombres.
A pesar de que este trastorno suele manifestarse con mayor frecuencia en la edad adulta, puede iniciarse en cualquier etapa de la vida. El Trastorno de Ansiedad Generalizada, caracterizado por una preocupación constante y excesiva, tiene un gran impacto en la calidad de vida de quienes lo padecen.
La comprensión de sus factores de riesgo y la identificación temprana son fundamentales para abordar eficazmente este desafío de salud mental.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es un diagnóstico psiquiátrico presente en las clasificaciones más importantes, tales como el DSM y el CIE. Como su nombre lo indica, es un desorden psiquiátrico que se caracteriza por la presencia constante de la ansiedad en diversas áreas de la vida de una persona, abarcando aspectos como el trabajo, las relaciones, la salud, el estado general del mundo, etc. Esta ansiedad es suficientemente severa como para impedir que el individuo que sufre, pueda desarrollar su vida de manera satisfactoria.
A pesar de que la ansiedad es un sentimiento normal, útil y adaptativo en el ser humano, facilitando la preparación y el reconocimiento de amenazas en situaciones específicas, en el caso del TAG, la ansiedad deja de ser útil. Las personas que sufren este trastorno experimentan una disminución en su rendimiento en las actividades diarias, marcando así la transición de la ansiedad funcional a la patológica.
Así como a la tristeza patológica la llamamos depresión, a la ansiedad patológica la llamamos Ansiedad Generalizada.
La depresión y la ansiedad generalizada son conocidas entre los profesionales de la salud mental como los “trastornos mentales comunes”, dado que ambos trastornos son altamente prevalentes, y pueden acompañar a otros trastornos como el pánico, trastornos de personalidad, entre otros.
“Desde mi experiencia profesional, es casi imposible encontrar a un paciente quien, pese a tener otras quejas principales, no presente además depresión o angustia desmedida y dañina”, cuenta el docente y profesional PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini.
👉🏽Si deseas profundizar en esta temática, te invitamos a leer sobre los diagnósticos para trastornos mentales.
Los síntomas del TAG se asocian a tres (o más) de los seis síntomas siguientes, según el DSM-V. Estos síntomas pueden ser físicos y/o cognitivos.
Dado que este trastorno es muy común y con alta comorbilidad, existen numerosos tratamientos basados en la evidencia. Entre ellos se incluye la Terapia Cognitivo Conductual, la Terapia Psicoanalítica, la Terapia Conductual, la Terapia de Aceptación y Compromiso, entre otras opciones.
La elección de la terapia más adecuada dependerá de las características individuales del paciente y su presentación clínica.
Desde que existe la psicofarmacología, se han desarrollado diversos tratamientos farmacológicos para la ansiedad. En la década de los 60s, las benzodiacepinas era un tratamiento común, pero su uso conlleva un riesgo significativo de efectos adversos y adicción. A pesar de que aún se utilizan en situaciones de urgencia, como en el servicio de emergencias, su administración requiere una supervisión meticulosa por parte del médico tratante.
Además de las benzodiacepinas, en la actualidad se utilizan antidepresivos como los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina y/o norepinefrina.
Ahora bien, muchos profesionales médicos alrededor del mundo (y pacientes que se automedican) utilizan todo tipo de psicofarmacología para combatir la ansiedad, pese a no tener evidencia de su efectividad. Por un lado, esto demuestra la desesperación de quienes sufren o tratan este trastorno, y por otro lado, de lo poderoso del efecto placebo en estos casos.
Hay que decir que, si bien, los fármacos pueden ser útiles, el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) es uno de los trastornos en los que la psicoterapia es más útil y eficaz, agrega PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini.
Los criterios diagnósticos del Trastorno de Ansiedad Generalizada, de acuerdo al DSM-V son:
La presencia de ansiedad se manifiesta a través de una inquietud constante y una preocupación excesiva que abarca una variedad de temas, eventos o actividades.
Este estado de preocupación persiste la mayor parte del tiempo durante al menos 6 meses y resulta claramente excesivo para quienes lo observan.
La persona que está experimentando esta ansiedad y preocupación siente y considera que es difícil de controlar, y tanto en adultos como en niños, pareciera que esta preocupación salta de un tema a otro, con el foco siempre en constante cambio.
Incluso, si un motivo de preocupación inicial se resuelve positivamente, la ansiedad persiste, pero ahora enfocada en otro tema.
La ansiedad y la preocupación se vincula con tres o más de los seis síntomas mencionados anteriormente.
Cabe destacar que, al menos algunos síntomas deben estar presentes durante más días de los que han estado ausentes durante los últimos seis meses.
La ansiedad, la preocupación y/o los síntomas físicos generan malestar clínicamente significativo. Pueden afectar de manera negativa en el ámbito social, laboral, y en otras áreas cruciales del funcionamiento personal.
Las alteraciones percibidas no pueden estar atribuidas a efectos de sustancias como drogas, medicamentos, ni otra afección médica.
La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental, por ejemplo, ansiedad, preocupación de tener ataques de pánico, valoración negativa en el trastorno de ansiedad social, obsesiones relacionadas con contaminación u otras en el trastorno obsesivo-compulsivo, separación de figuras de apego en el trastorno de ansiedad por separación, recuerdos de eventos traumáticos en el trastorno de estrés postraumático, aumento de peso en la anorexia nerviosa, dolencias físicas en el trastorno de síntomas somáticos, percepción de imperfecciones en el trastorno dismórfico corporal, preocupación por tener una enfermedad grave en el trastorno de ansiedad por enfermedad, o contenido de creencias delirantes en la esquizofrenia o el trastorno delirante.
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El trastorno de pánico se caracteriza por la súbita aparición de episodios de ansiedad extrema, de corta duración, aproximadamente 20 minutos, con una sintomatología intensa. Tanto así, que quienes experimentan un ataque de pánico tienden a pensar que van a morir, que tendrán un ataque cardiaco o que están perdiendo el juicio. Aunque el ataque se desvanece por sí mismo, deja al paciente preocupado por la posibilidad de sufrir otro.
En cambio, la ansiedad generalizada es más persistente, aunque menos intensa. Para diagnosticar el TAG, la persona debe experimentar ansiedad de manera continua, de una forma que afecta notablemente su vida y relaciones, durante todos los días por al menos seis meses. A diferencia del trastorno de pánico, la persona no anticipa la muerte o la pérdida de la razón, pero vive con la constante sensación de que algo malo va a suceder.
Esta distinción es crucial, ya que si una persona recibe un diagnóstico de trastorno de pánico, no puede ser diagnosticada con TAG.
La prevalencia del Trastorno de Ansiedad Generalizada o TAG en contextos psiquiátricos es significativa, abarcando prácticamente todas las presentaciones clínicas. Esto implica que, cualquier profesional del área de la salud mental, incluso aquellos que no se especializan directamente en la atención de pacientes ansiosos, puede encontrarse con este trastorno en su práctica. Dada su manifestación tanto en adultos como niños, es imperativo que los clínicos reciban una formación exhaustiva para diagnosticar de manera precisa y abordar eficazmente estos trastornos.
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