PhD. Mg. Ps. Nicolás Lorenzini
Es Doctor en Psicología Clínica, Educacional y...
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La mentalización, derivada de nuestra habilidad imaginativa, nos permite comprender comportamientos basados en estados mentales. En el ámbito parental, entender y validar las intenciones de un niño puede disminuir comportamientos desafiantes.
Las terapias de mentalización buscan potenciar esta capacidad, especialmente en situaciones de estrés interpersonal. Descubre cómo en este artículo.
El término mentalización es comúnmente utilizado para describir cómo los individuos interpretan y comprenden a los demás y a sí mismos desde variadas perspectivas.
Éste concepto ha sido estudiado desde diversas aristas investigativas, como la Filosofía, Neurociencia y Psicología. Es por ello, que a día de hoy, existe un interés por parte de profesionales de la salud mental en conocer y especializarse en terapias de mentalización, como la MBT, un enfoque terapéutico con raíces en terapias psicodinámicas.
La mentalización es una capacidad humana proveniente de la imaginación. Es la capacidad que tenemos de entender el comportamiento propio y ajeno, y considerarlo como basado en estados mentales (pensamientos, sentimientos, deseos, miedos, intenciones, sueños, etc.)
Es decir, cuando vemos un comportamiento, por ejemplo, vemos a una persona llorar, entonces nos imaginamos que esa persona puede estar triste. Eso es mentalizar.
La mentalización utilizada correctamente sabe que es solamente imaginación. Siguiendo el ejemplo: nosotros sospechamos que la persona que llora está triste, pero sabemos que hay otras posibilidades (por ejemplo, llorar de alegría, o por dolor físico). La buena mentalización se basa en la curiosidad por la mente propia y la de los demás, e intenta obtener la mayor información para llegar a una conclusión acerca de los estados mentales que causan el comportamiento.
Una vez que se entienda qué es la mentalización, es lógico continuar con una variante específica del mismo, como la mentalización parental.
La mentalización parental se refiere a esta misma capacidad, pero aplicada de los padres a sus hijos. Es decir, cuál es la capacidad de un padre o madre para imaginarse más o menos acertadamente cuales son los estados mentales que subyacen a los comportamientos de sus hijos.
La mentalización parental es el grado en que los padres muestran un reconocimiento y una apreciación frecuente, coherente o adecuada de los estados internos (mentales) de sus hijos. En otras palabras, la mentalización parental es la capacidad de los padres de representar en su propia mente y tener presentes los estados mentales de su hijo.
Se ha propuesto que la tendencia de los padres a considerar los estados internos del niño es importante para predecir un apego seguro entre padres e hijos. Se propone que la capacidad de los padres para considerar los pensamientos y sentimientos del niño fomenta una relación de apego segura porque ésta indica al niño que sus estados afectivos son reconocidos y pueden ser reflejados o contenidos por los padres.
El “padre mentalizador” se inclina a interpretar el comportamiento de su hijo en términos de estados mentales, como emociones, pensamientos, deseos e intenciones.
En cambio, la baja mentalización parental puede caracterizarse de dos formas diferentes:
La mentalización es una facultad mental que se desarrolla de manera natural. Es decir, si no hay obstáculos, entonces la mentalización se desarrollará bien.
Estos obstáculos suelen originarse en fallas de la mentalización parental, que derivan en comportamientos que fomentan apegos inseguros y dificultan el surgimiento de la mentalización en el niño.
Los desafíos más significativos en la mentalización parental incluyen: la falta de tiempo dedicado al niño debido al estrés o diversas ocupaciones, la creencia errónea de que las necesidades del niño son puramente materiales, trastornos mentales en los padres, consumo problemático de sustancias, episodios de violencia o abuso familiar y traumas no superados por parte de los progenitores.
Para contrarrestar estos desafíos y facilitar el desarrollo natural de la mentalización en el niño, es fundamental que los padres sean curiosos acerca de la mente de su hijo, incluso si aún no tiene la capacidad de expresarse verbalmente. Imaginar y comprender el estado mental del niño, y reconocerlo como un ser autónomo con una mente distinta a la de los adultos, son habilidades esenciales que todo padre debería cultivar.
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Ejemplos de mentalización parental que son respaldados empíricamente como precursores del apego seguro y la salud mental posterior son, en primer lugar, el juego: jugar con los niños nombrando los estados mentales del niño y del padre dentro del juego (ej.: “te gusta ese autito”, te aburriste parece”, “a mi no me asusta tanto”, etc.).
Otro aspecto importante del juego es la atención compartida, cuando criador y niño están los dos atentos a un tercer elemento (un juguete, una película, otra persona).
Por otro lado, en cualquier ocasión en que el niño parece tener una emoción, nombrarla, explicarla, pedir explicaciones. Hablar de la mente esta a la base de todos estos ejemplos.
El apego y la mentalización se relacionan de varias formas. En términos del desarrollo, la capacidad de mentalización de un padre o madre está relacionada a la seguridad del apego que desarrollara su hijo o hija. La mentalización se desarrolla en los niños en el contexto de un apego seguro, donde los padres atienden de manera oportuna y acertada a las necesidades no solamente físicas, sino emocionales de sus hijos.
Por otro lado, suele ser que las personas con apegos inseguros y desorganizados muestran deficiencias en su capacidad de mentalización. En muchos casos, es el trauma sufrido en etapas tempranas lo que no solo conlleva un desarrollo atípico en el apego y la mentalización, sino que dicho trauma, y sus repercusiones, se transmiten a los descendientes de forma intergeneracional.
En términos de funcionamiento, cuando el apego se activa, es decir, cuando nos sentimos bajo cantidades importantes de estrés, es imposible mentalizar eficientemente. Esto nos pasa a todos, independiente del estilo de apego que tengamos. La mentalización eficiente solo puede darse en un contexto de regulación emocional.
El apego puede ser clasificado en estilos. Existen diversas clasificaciones con mayor o menor número de detalles, pero una de las más conocida se refiere a los siguientes estilos:
Es la expectativa, tanto de adultos como niños, de que las relaciones interpersonales son deseables y que se puede acudir a otro en caso de ser necesario. Es más, las relaciones interpersonales son internalizadas de tal modo, en que cuando uno se siente bajo distrés, uno es capaz de evocar esas relaciones sin la presencia del otro, y ser capaz de autorregular las emociones, sobre todo las emociones negativas. Sin embargo, todos tenemos un límite. Las personas con apego seguro reconocen ese límite y acuden a otro por ayuda cuando ese límite ha sido traspasado.
Corresponde a una hiperactivación de la conducta de apego. Es decir, el límite de distrés es muy bajo y por lo tanto siempre se está pidiendo ayuda al otro.
La ansiedad desborda a estos adultos o niños fácilmente, y el otro, si bien puede estar dispuesto a ayudar, nunca es suficiente.
Las personas con este estilo de apego están siempre muy atentas a las señales del otro que puedan implicar un posible abandono. Este estilo se repite con muchas figuras significativas: padres, hijos, parejas, y está asociado a posibles trastornos de ánimo y de ansiedad.
Corresponde a una hiperdesactivación de la conducta interpersonal en momentos de distrés. Las personas con este estilo de apego intentan afrontar todo solas, e incluso pueden no sentir ansiedad ante un problema, pese a que la ansiedad se puede ver en síntomas corporales. De hecho, estas personas tienden a evitar las relaciones íntimas como fuente de satisfacción. El compromiso y la intimidad les resultan amenazantes muchas veces.
Son autosuficientes, no tienen muchas relaciones profundas. En sus versiones más severas, este estilo de apego se relaciona al narcisismo, la alexitimia y la agresividad pasiva o activa.
Es un estilo de apego que oscila entre los dos apegos inseguros.
Las personas son impredecibles, a veces necesitan mucho a los otros y temen al abandono, y otras veces son ellos quienes abandonan. Este estilo de apego se relaciona con trastornos de personalidad y adicciones.
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Las terapias de la mentalización se basan en la idea de que la capacidad de mentalizar es entrañable. Por lo tanto, con diversas técnicas y en diversos contextos, las terapias de la mentalización tienen el mismo objetivo: fomentar la mentalización en momentos de estrés interpersonal, angustia y miedo.
La MBT es un tipo de psicoterapia que tiene como objetivo el fomentar la capacidad mentalizadora del paciente.
Esta terapia tiene muchas variaciones: individual, de pareja, de familia, de sistemas, y si bien se desarrolló para tratar pacientes con Trastornos de Personalidad Límite, hoy también se utiliza en otros trastornos de personalidad, como el Trastorno de Personalidad Antisocial. Además, puede ser grupal, individual, hospitalaria o ambulatoria.
La MBT requiere un entrenamiento especial, pero no es la única forma terapéutica de utilizar el concepto de mentalización. Existen otros modelos que incluyen a la mentalización como parte importante del tratamiento. De hecho, es imposible pensar en psicoterapias que no utilicen el concepto, si bien lo hacen implícitamente.
La ventaja, por lo tanto, del concepto de mentalización, es que es omnipresente en la psicoterapia (y en otras practicas psicosociales). Sin perjuicio de la orientación teórica y el encuadre de trabajo, conocer de la teoría de la mentalización es siempre ventajoso para terapeutas y otros profesionales cercanos a la salud mental.
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