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En esta noticia conocerás qué es la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), cuáles son sus fundamentos teóricos, en qué se diferencia de otros enfoques y cómo su aplicación clínica promueve la flexibilidad psicológica y el bienestar.
En una época marcada por el aumento de la ansiedad, la depresión y el vacío existencial, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), por sus siglas en inglés Acceptance and Commitment Therapy, se ha consolidado como una de las propuestas más influyentes dentro de las terapias contextuales de tercera generación.
En esta noticia, la PhD. Mag. Psic. Diana Rocío Riaño, docente del curso “Terapia de Aceptación y Compromiso: Comprensión de sus Fundamentos y Aplicación”, comparte las claves conceptuales y clínicas de este modelo terapéutico, que busca transformar la práctica psicológica contemporánea desde una mirada funcional, experiencial y humana.
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) es una terapia contextual funcional que busca promover la flexibilidad psicológica, es decir, la capacidad de actuar en coherencia con los propios valores incluso en presencia de emociones o pensamientos difíciles.
Según la PhD. Mg. Ps. Diana Rocío Riaño, “la ACT no pretende eliminar el malestar, sino enseñar a las personas a relacionarse de manera diferente con sus pensamientos, emociones y recuerdos problemáticos. En lugar de controlar los eventos internos, la terapia invita a elegir cómo actuar frente a ellos, comprometiéndose con acciones valiosas y coherentes con lo que es importante para cada uno”.
Esta terapia se aleja de la idea de que el bienestar depende de la ausencia de sufrimiento y propone, en cambio, aprender a convivir con el malestar desde la aceptación, la presencia y el compromiso con los valores personales.
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) fue desarrollada a finales de los años ochenta por Steven C. Hayes, junto con Kelly Wilson y Kirk Strosahl, como una propuesta basada en la teoría del marco relacional (Relational Frame Theory o RFT), un modelo del lenguaje y la cognición que explica cómo las personas aprenden a relacionar palabras, pensamientos y experiencias, generando patrones que pueden ampliar o limitar su comportamiento.
“La ACT surge de la necesidad de integrar ciencia, filosofía y práctica clínica. Su origen responde a un momento en que la psicología cognitivo-conductual buscaba evolucionar hacia enfoques más sensibles a la experiencia humana, sin perder su base empírica”. afirma Riaño.
Este enfoque, sustentado empíricamente por más de tres décadas de investigación, ha mostrado eficacia en diversos trastornos psicológicos, incluyendo la ansiedad, la depresión, el dolor crónico y los problemas de evitación experiencial.
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) se diferencia de los modelos terapéuticos tradicionales al no centrarse en la eliminación de los síntomas, sino en la transformación de la relación que la persona establece con ellos.
Mientras que las terapias cognitivas clásicas buscan reestructurar pensamientos disfuncionales, la ACT propone observarlos sin juicio y actuar de acuerdo con los valores personales, incluso en presencia de malestar.
“En la ACT no se pretende controlar las emociones o suprimir el pensamiento negativo; se trata de reconocerlos, aceptarlos y continuar con acciones alineadas al propósito de vida. La idea es que el sufrimiento no sea el eje de la experiencia humana, sino un fenómeno más dentro de ella” según PhD. Mg. Ps. Diana Rocío Riaño.
Esta terapia pertenece al grupo de las llamadas terapias contextuales o de tercera generación, junto con la Terapia Dialéctica Conductual (DBT) y la Terapia Basada en Mindfulness (MBCT). Todas ellas comparten la premisa de que la aceptación, la compasión y la conciencia plena son componentes esenciales del cambio psicológico sostenido.
De este modo, la ACT se convierte en una herramienta que une la evidencia científica con una visión profundamente humana de la psicoterapia, transformando la práctica clínica hacia un acompañamiento más respetuoso, empático y funcional.
En la actualidad, la salud mental enfrenta un panorama desafiante. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2023), más de 280 millones de personas en el mundo viven con depresión, y cerca del 4 % de la población global padece un trastorno de ansiedad diagnosticable.
En este contexto, como explica la PhD. Mg. Ps. Diana Rocío Riaño, “la ACT se vuelve fundamental en un momento en que la sociedad busca soluciones rápidas al sufrimiento. Esta terapia enseña que no se trata de evitar el dolor, sino de aprender a vivir de forma plena, incluso en medio de la dificultad”.
Además, la docente resalta que la ACT integra la evidencia científica con una profunda comprensión del comportamiento humano, ofreciendo herramientas aplicables tanto en contextos clínicos como organizacionales y educativos, posicionándose como un enfoque efectivo para promover la flexibilidad psicológica y el bienestar a largo plazo.
La Terapia de Aceptación y Compromiso se implementa combinando trabajo experiencial y clarificación de valores. El foco es funcional: qué hace la persona frente a su experiencia interna y cómo puede elegir acciones coherentes con su proyecto de vida.
Aplicar ACT en clínica implica trabajar los seis procesos del llamado hexaflex:
Como resume la PhD. Mg. Ps. Diana Rocío Riaño, “la terapia de aceptación y compromiso en la práctica ayuda a la persona a relacionarse de otra manera con su mente y su emoción, y a construir una vida valiosa a pesar del malestar”.
En la práctica clínica, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) se apoya en ejercicios experienciales y metáforas que permiten que el paciente comprenda, de forma vivencial, los principios del modelo. A través de prácticas de mindfulness, visualizaciones y dinámicas simbólicas, el consultante aprende a observar sus pensamientos y emociones sin reaccionar ante ellos, desarrollando una relación más flexible con su experiencia interna.
En sesión, se alterna entre:
Esta secuencia facilita que el consultante pase del control al compromiso, núcleo operativo de la Terapia de Aceptación y Compromiso.
“Formarse en ACT es un proceso de crecimiento profesional y personal. El terapeuta aprende a reconocer sus propias experiencias internas y a acompañar a otros desde la autenticidad y la aceptación. Esto hace que el trabajo clínico sea más profundo, empático y efectivo”. añade Riaño.
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