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Desórdenes en el procesamiento sensorial en niños: ¿En qué consiste y cómo tratarlo? 

Algunos niños y niñas pueden responder al entorno con una intensidad mayor a la esperada: sonidos que abruman, texturas que incomodan, movimientos constantes y más. Estas manifestaciones suelen estar relacionadas con desórdenes en el procesamiento sensorial que, aunque muchas veces pasan desapercibidos, pueden tener un impacto significativo en el desarrollo y la vida cotidiana. Te invitamos a leer este artículo para conocer su origen y las principales estrategias de tratamiento desde la terapia ocupacional.

Desórdenes en el procesamiento sensorial en niños: ¿En qué consiste y cómo tratarlo? 

Los desórdenes del procesamiento sensorial son una realidad presente en muchas infancias, aunque aún poco comprendida en distintos contextos clínicos y educativos. En este artículo exploramos en qué consiste el y revisamos distintas alternativas de tratamiento desde la mirada de la terapia ocupacional, con el valioso aporte de la terapeuta Valentina Marambio, docente de ADIPA.

Los desórdenes del procesamiento sensorial están presentes en muchas infancias, aunque aún poco comprendidos en contextos clínicos, educativos y familiares. Aquí exploramos en qué consisten y revisamos distintas alternativas de tratamiento desde la mirada de la terapia ocupacional, con el valioso aporte de la T.O Valentina Marambio, docente de ADIPA.

¿En qué consiste el procesamiento sensorial?

El procesamiento sensorial es un mecanismo neurológico mediante el cual el sistema nervioso central recibe, organiza e interpreta la información que proviene de los sentidos, generando respuestas adaptativas y funcionales frente a los estímulos del entorno y del propio cuerpo. Pero este proceso va más allá de lo neurofisiológico. Tal como señala la docente de ADIPA, T.O. Valentina Marambio, el procesamiento sensorial es también “la forma propia y única en que comprendemos el mundo y nos movemos en él”, lo que permite dimensionar su impacto en la calidad de vida y el desempeño ocupacional. Esta capacidad es clave en el desarrollo del aprendizaje, la conducta, la autorregulación emocional y, en general la realización de cualquier actividad en el día a día.

Específicamente, fue la Dra. Jean Ayres—terapeuta ocupacional estadounidense—quien entre 1954 y 1988 investigó y describió por primera vez un conjunto de conductas atípicas vinculadas a un procesamiento sensorial deficiente. En su definición, se refirió al concepto de integración sensorial como “el proceso neurológico que organiza las sensaciones del propio cuerpo y del medio ambiente, y hace posible usar el cuerpo efectivamente en el entorno”.

Teoría de la Integración sensorial y los sistemas sensoriales clave

A partir de las investigaciones de la Dra. Ayres, y las contribuciones de figuras como Fisher, Murray, Bundy, Roley, Blanche, Schaaf, Lane y Miller, se consolidó la Teoría de la Integración Sensorial. Esta sostiene que el desarrollo perceptivo y cognitivo depende de una base sensoriomotora sólida. Dentro de este marco, se identifican tres sistemas sensoriales principales cuya adecuada integración permite que el niño responda de forma organizada y funcional a su entorno:

  • Sistema táctil: Procesa la información del tacto a través de la piel, como presión, textura y temperatura. Es fundamental para la protección y para reconocer objetos y estímulos en el entorno.
  • Sistema propioceptivo: Recoge información de músculos y articulaciones sobre la posición y el movimiento del cuerpo. Es clave para la coordinación, el control postural y la planificación motora.
  • Sistema vestibular: Ubicado en el oído interno, detecta el movimiento y la posición de la cabeza. Regula el equilibrio, la orientación espacial y la estabilidad del cuerpo.

¿Qué ocurre cuando se presentan desórdenes en el procesamiento sensorial?

Cuando un niño presenta complicaciones en el procesamiento sensorial, su sistema nervioso no organiza ni responde adecuadamente a los estímulos del entorno. Esto puede manifestarse como una sensibilidad aumentada o disminuida frente a los estímulos, o bien como una dificultad para integrarlos y darles sentido. Estos desórdenes no solo afectan los cinco sentidos que ya conocemos, sino también la propiocepción (conciencia corporal) y el sistema vestibular (equilibrio, coordinación y movimiento), ambos fundamentales para la autorregulación y el funcionamiento motor de cuerpo.

Los niños que enfrentan dificultades en su procesamiento sensorial pueden sentirse fácilmente abrumados o, por el contrario, desmotivados frente a los estímulos. Esto impacta su capacidad para sentirse cómodos, concentrarse, participar en actividades y relacionarse con otros. Más aún, tareas cotidianas como vestirse, alimentarse, jugar o simplemente estar en el aula pueden volverse especialmente complejas, confusas o incluso angustiantes.

Más aún, estos desórdenes en el procesamiento sensorial también pueden interferir en el desarrollo de habilidades motoras finas y gruesas, afectar la coordinación visual-motora, la planificación de acciones, la participación social, la autonomía en el autocuidado y el rendimiento académico.

¿Cuáles son los principales síntomas de desórdenes en el procesamiento sensorial en niños?

Las manifestaciones de desórdenes en el procesamiento sensorial pueden variar significativamente en cada individuo. Algunas son evidentes y llamativas: niños con altos niveles de energía, que necesitan moverse constantemente, tienen dificultades para regular su fuerza, se muestran bruscos en el juego o asumen riesgos al escalar, saltar desde alturas o lanzarse sin medir el peligro. Otras señales, en cambio, pueden ser más sutiles, sobre todo en etapas como la adolescencia. En estos casos, los desafíos pueden presentarse como retraimiento social, alta sensibilidad o períodos de sobrecarga sensorial que derivan en agotamiento emocional o burnout.

Ahora bien, al hablar de desórdenes en el procesamiento sensorial, es posible agruparlos en dos grandes categorías, que se detallan a continuación:

Hipersensibilidad sensorial

La hipersensibilidad sensorial se vincula a umbrales neurológicos bajos, lo que implica que el sistema nervioso responde de forma intensa incluso ante estímulos sutiles. Como señala la terapeuta Valentina Marambio, esta condición puede generar un estado de sobreestimulación constante, donde sensaciones mínimas —como el roce de la ropa o sonidos ambientales— se perciben como molestas o dolorosas. Esta hiperreactividad mantiene al niño en un estado de hiperalerta, lo que dificulta la autorregulación y termina por agotar al niño a lo largo del día.

Actividades cotidianas como cortarse las uñas, lavarse los dientes, subir escaleras en la escuela o simplemente tolerar ciertos olores o sonidos en el entorno pueden convertirse en desafíos diarios que exigen un esfuerzo constante para no colapsar.

Algunos síntomas comunes son:

  • Rechazo a luces brillantes o sonidos fuertes.
  • Molestia con ciertos tipos de ropa o calzado.
  • Distracción por ruidos de fondo.
  • Rechazo al contacto físico inesperado o al afecto físico.
  • Evitación de juegos con movimiento.
  • Torpeza o dificultad para ubicarse en el espacio.
  • Dificultades para regular la fuerza al escribir o manipular objetos.

Dificultades de percepción y praxis

Más que referirse a “hiposensibilidad”, la terapeuta Valentina Marambio propone un enfoque más preciso: dificultades de percepción y praxis. En estos casos, el sistema nervioso funciona con umbrales sensoriales más altos, lo que significa que se requiere una mayor intensidad del estímulo para que este sea registrado adecuadamente. Esto puede afectar la percepción del cuerpo y, como consecuencia, interferir en la planificación y ejecución organizada del movimiento.

Estas dificultades se hacen evidentes en actividades cotidianas como la alimentación. Por ejemplo, si un niño no logra percibir con claridad la ubicación del alimento en su boca, tendrá problemas para moverlo con la lengua, masticarlo de manera efectiva y tragarlo en el momento adecuado. En un nivel más general, esto se traduce en una percepción difusa del propio cuerpo, alteraciones en el esquema corporal y una motricidad desorganizada.

Algunos ejemplos frecuentes incluyen:

  • Dificultad para identificar la posición del cuerpo sin mirar.
  • Torpeza motriz: tropiezos, golpes o movimientos descoordinados.
  • Problemas para calcular la fuerza: empujan o manipulan objetos con demasiada intensidad.
  • Dificultades en actividades como atarse los cordones, vestirse correctamente o usar utensilios.
  • Tendencia al desorden en tareas escolares o de la vida diaria.
  • Baja conciencia corporal y complicaciones para ubicar su cuerpo en el espacio.

Estas señales suelen interpretarse erróneamente como “falta de atención”, “descuido” o “torpeza”, cuando en realidad reflejan un procesamiento sensorial diferente que afecta la forma en que el niño percibe y actúa en el mundo.

¿Con qué otras condiciones puede coexistir el desorden en el procesamiento sensorial?

Las dificultades en el procesamiento sensorial no siempre aparecen como una condición aislada. Con frecuencia, se presentan de forma comórbida con otros diagnósticos del neurodesarrollo o de la salud mental. Si bien no son exclusivas de un cuadro específico, ciertos perfiles clínicos muestran una mayor prevalencia de estas alteraciones.

Tal como señala la terapeuta Valentina Marambio, reconocer estas asociaciones es fundamental para orientar una intervención ajustada y contextualizada, que considere tanto el perfil sensorial como las demás dimensiones del desarrollo.

Entre las condiciones que más comúnmente se asocian con desórdenes en el procesamiento sensorial se encuentran:

  • Trastorno del espectro autista (TEA)
  • Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)
  • Trastorno obsesivo compulsivo (TOC)
  • Trastorno bipolar
  • Rezago en el desarrollo psicomotor
  • Trastornos específicos del aprendizaje
  • Trastornos de ansiedad y depresión
  • Episodios psicóticos y esquizofrenia

También es posible observar manifestaciones sensoriales significativas en niños sin diagnósticos formales, lo que refuerza la importancia de una evaluación clínica cuidadosa y de un abordaje interdisciplinario.

¿Qué tipo de intervenciones ayudan a regular el procesamiento sensorial?

Las intervenciones para abordar las dificultades del procesamiento sensorial varían según las necesidades individuales de cada niño o niña. Desde la terapia ocupacional, existen estrategias específicas basadas en principios clínicos y en la experiencia acumulada del trabajo con infancias. A continuación, se presentan algunas de las principales formas de abordaje:

Intervención bajo el modelo de Integración Sensorial Ayres® (ASI)

Este enfoque, ampliamente utilizado por terapeutas ocupacionales, busca promover respuestas adaptativas a través de experiencias sensoriales organizadas. La terapeuta Valentina Marambio explica que el modelo ASI se basa en brindar un entorno enriquecido sensorialmente, en el que el juego es central.

El espacio terapéutico debe ofrecer desafíos justos, ajustados al nivel de desarrollo del niño, y permitir el juego libre, guiado por la motivación intrínseca y el deseo de explorar. Todo esto bajo la guía de un terapeuta que observe, contenga y facilite. Aquí, el juego no es solo una herramienta, sino también el objetivo terapéutico en sí.

Enfoque personalizado y centrado en la ocupación

No existen fórmulas universales. Cada intervención debe considerar los distintos aspectos del desarrollo, el ambiente familiar, las oportunidades de exploración y las necesidades específicas del niño o niña. Por ello, los planes de trabajo son individualizados, y apuntan a mejorar la participación en actividades significativas del día a día, como vestirse, jugar, alimentarse o socializar.

Uso de salas de integración sensorial o gimnasios terapéuticos

Muchos terapeutas trabajan en entornos especialmente diseñados donde los niños pueden saltar, girar, balancearse o recibir estimulación táctil y propioceptiva de forma controlada. Estas experiencias buscan ayudar al sistema nervioso a organizarse mejor y facilitar la autorregulación.

Aunque todavía faltan estudios concluyentes sobre su eficacia, como señala el Child Mind Institute, muchas familias y profesionales reportan mejoras en el bienestar general, la atención y la conducta de los niños tras participar en este tipo de intervenciones.

Apoyos en el hogar y en la escuela

Más allá del espacio terapéutico, existen estrategias concretas que pueden implementarse en entornos cotidianos para apoyar la regulación sensorial de niños y niñas:

  • Ambientes adaptados: reducir ruidos fuertes, luces intensas o estímulos visuales excesivos.
  • Materiales con peso o texturas: chalecos, mantas o cojines sensoriales que aportan contención.
  • Pausas activas y movimiento regulador: saltar, empujar, arrastrar o rebotar para activar o calmar el sistema nervioso.
  • Rutinas predecibles y señales visuales: que ayuden a anticipar cambios y sostener la organización interna.

Referencias

Child Mind Institute. (2021, 27 de julio). En pocas palabras: ¿Qué es el procesamiento sensorial? https://childmind.org/es/articulo/informacion-basica-sobre-el-procesamiento-sensorial/

Emerge Pediatric Therapy. (s.f.). Integración sensorial/procesamiento sensorial. Recuperado el 20 de mayo de 2025, de https://emergepediatrictherapy.com/integracion-sensorial-procesamiento-sensorial/

Pizarro, M., Saffery, K., & Gajardo, P. (2022). Trastorno del procesamiento sensorial. Una mirada conjunta desde la terapia ocupacional y la otorrinolaringología. Revista de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, 82(1), 114–127. https://doi.org/10.4067/S0718-48162022000100114

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