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Los trastornos del estado de ánimo constituyen un grupo de condiciones psicopatológicas caracterizadas por alteraciones sostenidas en la experiencia afectiva del individuo.
Los trastornos del estado de ánimo constituyen un grupo de condiciones psicopatológicas caracterizadas por alteraciones sostenidas en la experiencia afectiva del individuo. Estas pueden manifestarse como depresión persistente, euforia desregulada, irritabilidad extrema o una combinación de estos estados. Desde una perspectiva nosológica, estos trastornos se clasifican en dos grandes categorías: trastornos depresivos y trastornos bipolares, de acuerdo con el DSM-5 y la Organización Mundial de la Salud.
En los trastornos del estado de ánimo, el desequilibrio afectivo no es una simple reacción emocional a eventos de la vida, sino una alteración significativa que compromete la funcionalidad del individuo, interfiriendo en su capacidad de vincularse, trabajar o cuidar de sí mismo. Este desbalance puede implicar síntomas neurovegetativos, cognitivos y conductuales, como el insomnio, la pérdida de apetito, la lentificación psicomotriz, la ideación suicida, o incluso síntomas psicóticos. Su etiología es multifactorial, incluyendo componentes genéticos, neuroquímicos, endocrinos, psicosociales y de personalidad.
Los trastornos del estado de ánimo se dividen principalmente en trastornos depresivos y trastornos bipolares. Dentro de estas categorías se reconocen entidades clínicas específicas según su curso, intensidad y sintomatología.
El trastorno bipolar se caracteriza por la alternancia de episodios depresivos y maníacos o hipomaníacos. En el trastorno bipolar tipo I, el individuo experimenta episodios maníacos completos, a menudo seguidos por episodios depresivos. En el tipo II, predominan los episodios depresivos con al menos un episodio hipomaníaco. Estos ciclos pueden estar separados por períodos de eutimia, aunque no siempre.
Los síntomas de la fase maníaca incluyen:
La hipomanía comparte esta sintomatología pero con menor intensidad y sin deterioro funcional severo. Por otro lado, el trastorno bipolar presenta una alta carga genética y se asocia con mayor riesgo de comorbilidades psiquiátricas y conductas suicidas.
El trastorno depresivo mayor es la forma más conocida de trastorno del estado de ánimo. Se define por la presencia de un episodio depresivo mayor, con síntomas como ánimo deprimido la mayor parte del día, pérdida de interés o placer, alteraciones del sueño, apetito, energía, concentración, autoestima e ideación suicida, persistiendo al menos dos semanas.
Otros cuadros incluyen la distimia (trastorno depresivo persistente), con síntomas similares pero menos graves y de curso crónico (mínimo dos años), y el trastorno disfórico premenstrual, que aparece cíclicamente en la fase lútea del ciclo menstrual. La depresión tiene una alta prevalencia, particularmente en mujeres, y una etiología biopsicosocial compleja.
Los síntomas de estos trastornos varían según la polaridad afectiva. En la depresión, predominan la tristeza patológica, la anhedonia, la desesperanza, la culpa excesiva, las alteraciones en el apetito, el sueño y la energía, la lentitud psicomotora y los pensamientos recurrentes de muerte. En casos graves, pueden presentarse delirios o alucinaciones congruentes con el estado de ánimo.
En contraste, los episodios maníacos se manifiestan con un estado de ánimo elevado o irritable, acompañado de hiperactividad, logorrea, pensamiento acelerado, disminución de la necesidad de dormir y conductas impulsivas o peligrosas. La hipomanía reproduce estos síntomas en una versión atenuada pero clínicamente significativa. En ambos casos, la fluctuación del ánimo puede ser cíclica, episódica o persistente, y su diagnóstico exige evaluar duración, severidad y deterioro funcional.
El diagnóstico se basa en los criterios del DSM-5, que establecen un número mínimo de síntomas, su duración y el impacto funcional. Para el trastorno depresivo mayor, se requiere la presencia de al menos cinco síntomas durante un mínimo de dos semanas, incluyendo necesariamente estado de ánimo deprimido o pérdida de interés.
Se utilizan entrevistas clínicas estructuradas (como el SCID), escalas psicométricas (ej. BDI-II, HDRS) y la evaluación de antecedentes personales y familiares. Es crucial descartar causas médicas, uso de sustancias y trastornos psiquiátricos comórbidos. En el trastorno bipolar, el diagnóstico puede demorarse años por la frecuente consulta inicial durante un episodio depresivo y la subestimación de los episodios hipomaníacos.
El riesgo de suicidio en los trastornos del estado de ánimo es significativamente elevado, especialmente en el trastorno depresivo mayor y durante los episodios mixtos del trastorno bipolar. Estudios indican que entre un 3% y un 6% de los pacientes con trastorno depresivo consuman el suicidio, y esta cifra puede ser aún mayor en quienes presentan intentos previos, comorbilidad con trastornos por consumo de sustancias o agitación psicomotora severa.
Factores de riesgo adicionales incluyen la desesperanza, la soledad, la falta de apoyo social, la impulsividad y la presencia de síntomas psicóticos. El suicidio no es un acto impulsivo en la mayoría de los casos, sino el resultado de un proceso en el que aparecen señales de alarma, como verbalizaciones, aislamiento, o preparación para la muerte. Las estrategias de prevención deben incluir evaluación constante del riesgo suicida, intervención farmacológica y psicoterapéutica intensiva, y en casos graves, hospitalización.
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). https://doi.org/10.1176/appi.books.9780890425596
Zúñiga, A. R. B., Villegas, M. A. S., & Torres, C. C. U. (2005). Los trastornos del estado de ánimo.
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