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La regulación sensorial es la capacidad del sistema nervioso para organizar y responder a estímulos del entorno de forma equilibrada. Cuando este proceso funciona adecuadamente, la persona logra mantener un estado óptimo de alerta y adaptación; en cambio, las dificultades en la regulación sensorial pueden generar respuestas exageradas, desorganizadas o de evitación frente a estímulos cotidianos.
La regulación sensorial es un proceso esencial para el bienestar humano, ya que permite al sistema nervioso procesar estímulos y mantener el equilibrio entre calma y alerta. Su estudio es clave en contextos clínicos y educativos, especialmente en el abordaje de TEA, TDAH y trastornos de ansiedad.
La regulación sensorial se define como la habilidad del sistema nervioso para gestionar y procesar estímulos sensoriales de manera equilibrada. Cuando este proceso funciona correctamente, la persona puede responder de manera flexible y adaptada a las demandas del entorno. Sin embargo, cuando existe una dificultad en la regulación sensorial, se pueden observar reacciones exageradas, falta de respuesta o conductas desorganizadas frente a estímulos cotidianos.
Este concepto está estrechamente relacionado con la integración sensorial, propuesta inicialmente por la terapeuta ocupacional Anna Jean Ayres (1972), quien planteó que el cerebro organiza las sensaciones del cuerpo para generar respuestas funcionales y significativas.
La integración sensorial es el mecanismo mediante el cual el cerebro recibe información de los sentidos —vista, oído, tacto, olfato, gusto, sistema vestibular y propiocepción— y la organiza para producir respuestas coherentes
En el marco de la regulación sensorial, este proceso permite:
Ejemplo clínico: un niño en un aula ruidosa puede regularse al enfocarse en la voz de su maestra, bloqueando otros sonidos.
La desregulación sensorial ocurre cuando el sistema nervioso no logra procesar los estímulos de manera adecuada, generando respuestas extremas o inadecuadas.
La desregulación sensorial se observa con frecuencia en condiciones como el trastorno del espectro autista (TEA), el TDAH y trastornos de ansiedad, aunque también puede presentarse en la población general en momentos de estrés elevado.
La autorregulación sensorial es la capacidad de aplicar estrategias personales para alcanzar un estado de equilibrio.
Mientras que la regulación sensorial describe el funcionamiento automático del sistema nervioso, la autorregulación implica conciencia y acción personal.
Ejemplo clínico:
La autorregulación sensorial implica identificar necesidades y emplear estrategias para alcanzar un estado óptimo de funcionamiento.
Sistema sensorial
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Ejemplos de estrategias
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Aplicaciones
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Vestibular
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Columpios, giros, trampolín
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Regular alerta en hiperactividad o baja energía
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Propioceptivo
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Mantas con peso, cargar objetos, stress balls
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Calmar ansiedad y mejorar concentración
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Auditivo
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Música relajante, cancelación de ruido
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Reducir estrés y favorecer descanso
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Táctil
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Texturas, masajes, cepillos sensoriales
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Calma y exploración sensorial
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Visual
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Luces suaves, orden visual
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Mejorar atención y reducir sobrecarga
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Olfativo/Gustativo
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Aromaterapia, dulces de menta, infusiones
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Calma o energía según necesidad
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Las intervenciones clínicas que promueven esta regulación tienen beneficios significativos para individuos con diversas condiciones, por ejemplo:
La regulación sensorial es un proceso esencial para el bienestar físico y emocional. La evidencia muestra que puede entrenarse y potenciarse, tanto en la infancia como en la adultez, siendo clave en contextos clínicos y educativos.
En síntesis, comprender y promover la regulación sensorial no solo potencia la autonomía y la calidad de vida, sino que también favorece un equilibrio integral entre cuerpo, mente y entorno.
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