Mg. Ps. Daniela Ibacache
Psicóloga Clínica, Terapeuta certificada en MBT-C, egresada...
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Los desastres naturales y las emergencias pueden afectar gravemente la vida de una persona, tanto de manera física como psicológica. Reflexiona entorno a esta temática junto a la docente de Adipa Mg. Ps. Daniela Ibacache.
Los desastres naturales y las emergencias son un desafío para la sobrevivencia y nuestra forma de vivir. Para quienes viven un evento de estas características, no sólo su calidad de vida se ve afectada, si no que existen pérdidas humanas que pueden impactar a su círculo más cercano, muchas veces pierden sus hogares y requieren albergue o refugio, sus hábitos y rutinas se ven alteradas, y pueden perder su fuente de trabajo. Es decir, las emergencias y desastres constituyen un quiebre en la trayectoria vital de quienes se ven afectados y agravan la desigualdad.
Chile es un país que por su naturaleza se ha visto impactado por terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, inundaciones, sequías e incendios a lo largo de su historia. El cambio climático ha generado que estos eventos se vuelvan cada vez más frecuentes. Según la Organización Mundial de la Salud, la mayoría de las personas que viven una emergencia sufre alguna forma de malestar psíquico que tiende a aminorar en el tiempo, pero este tipo de experiencias adversas puede aumentar la probabilidad de tener algún trastorno de salud mental, presentar conductas suicidas u ocasionar la emergencia de otros problemas sociales.
Según el Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres implementado por el Gobierno de Chile, los desastres comparten tres características claves de los eventos potencialmente traumáticos: amenazan la integridad y la vida de un gran número de personas; afectan los procesos sociales pues se interrumpen los servicios básicos, se dificulta el acceso a redes de apoyo y muchos recursos comunitarios se pierden; y tienen un impacto en la salud mental y física de los afectados.
Aunque tenemos conciencia de la importancia del acompañamiento y el abordaje de la salud mental en los sobrevivientes, existen pocos estudios a nivel mundial respecto del impacto de las emergencias y desastres naturales sobre la conducta suicida y la efectividad de las intervenciones implementadas, que puedan aportar evidencia que sustente los desarrollos teóricos al respecto.
Se puede hipotetizar que las características de la situación complejizan el desarrollo de investigaciones en los momentos posteriores a la emergencia, pero también que la demora en la aparición de síntomas, incluyendo la conducta suicida, dificultan establecer un nexo claro.
Evidencia reciente muestra que, en general, las tasas de suicidio aumentan después de los desastres naturales, particularmente en el caso de sequías, huracanes, tormentas de arena y terremotos, no así en las inundaciones (Davoudi, et al., 2022).
El género, la edad, depresión, trastorno de estrés postraumático, la pérdida de familiares, el bajo apoyo social y las dificultades económicas post emergencia aparecen como los factores de
riesgo más importantes, siendo las mujeres, los adolescentes y los adultos mayores quienes se vuelven más vulnerables a la conducta suicida (Jafari et al., 2020).
La provisión de primeros auxilios psicológicos como primera respuesta y el aseguramiento del acceso a atención de salud mental, son medidas universales que han demostrado impactar positivamente en el bienestar y el riesgo suicida frente a este tipo de experiencias. Sin embargo, la evidencia indica que es necesario considerar otro tipo de medidas como la seguridad alimentaria y económica (Reifels et al., 2024).
Por otra parte, es necesaria una perspectiva a largo plazo en el acompañamiento y el diseño de las intervenciones, pues existen estresores secundarios al evento que emergen con el tiempo, como las dificultades en la reconstrucción, falta de acceso a ayudas y beneficios, pérdida de fuente de ingresos, conflictos comunitarios, entre otros, y la suicidalidad puede aumentar posteriormente.
Finalmente, es importante recordar que -incluso en estas situaciones- la conducta suicida debe ser buscada de forma activa. Es necesario perder el miedo a preguntar. Conversar acerca del suicidio ayuda a las personas a sentirse comprendidas, les brinda la oportunidad de explorar el tema más a fondo y abre la puerta para que reciban la ayuda que necesitan.
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