Mg (c). Ps. Rocío Pedreros
Psicóloga Clínica, candidata al grado de Magíster...
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En este Día Internacional de la Mujer, la docente de Adipa Mg. (c) Rocío Pedreros nos invita a reflexionar sobre quién cuida a las profesionales que cuidan nuestra salud mental.
En vísperas del Día Internacional de la Mujer, reflexiono sobre una ironía que suele pasar desapercibida: aquellas que dedican su vida profesional a cuidar la salud mental de otros (un campo predominantemente femenino) a menudo experimentan el mayor descuido de su propio bienestar.
Las estadísticas son reveladoras: aproximadamente el 70% de los profesionales de la salud mental son mujeres (OMS, 2023), pero este mismo grupo reporta tasas alarmantes de agotamiento profesional, con un 64% experimentando síntomas moderados a severos de burnout (González-Morales et al., 2021). La pregunta surge inevitablemente: ¿quién cuida a las que cuidan?
La feminización de los cuidados no es casualidad sino consecuencia de siglos de socialización de género. La sociedad ha naturalizado que las mujeres deben ser las sostenedoras del bienestar emocional colectivo. Este fenómeno, denominado “carga emocional de género” (Hochschild, 2012), se magnifica exponencialmente en las profesionales de la salud mental, quienes cargan no solo con el peso emocional de sus consultantes, sino también con las expectativas sociales de ser eternamente compasivas, empáticas y estar siempre disponibles.
“Detrás de cada sesión terapéutica hay una profesional que acompaña dolores ajenos mientras se espera que permanezca inquebrantable”, señala Velázquez (2022) en su investigación sobre trauma vicario en psicoterapeutas. Esta expectativa de fortaleza inquebrantable representa una forma sutil, pero profunda de violencia sistémica contra las mujeres en la profesión.
Paradójicamente, mientras aconsejamos constantemente a nuestras/os consultantes sobre la importancia del autocuidado, las profesionales enfrentamos barreras tanto internas como externas para implementarlo en nuestras propias vidas. Un estudio reciente demostró que las terapeutas mujeres tienen 30% menos probabilidades que sus colegas masculinos de buscar ayuda profesional para su propia salud mental (Rivera & Thompson, 2023).
La razón es multifactorial, pero tiene profundas raíces en los estereotipos de género: la terapeuta “perfecta” debe estar siempre disponible, emocionalmente presente y libre de sus propias luchas. Cualquier admisión de vulnerabilidad se percibe como debilidad profesional. Este fenómeno, denominado “síndrome de la superterapeuta”, es particularmente prevalente en mujeres profesionales (Martínez-López, 2024).
El verdadero acto revolucionario del 8M para las profesionales de la salud mental quizás no se encuentre en las calles, sino en permitirnos reconocer nuestra humanidad completa. Como sugiere la psicoterapeuta feminista Audre Lorde (1988): “Cuidar de mí misma no es autoindulgencia, es autopreservación, y eso es un acto de guerra política.”
La redefinición del autocuidado como acto político feminista es esencial para las profesionales de la salud mental. No se trata simplemente de agregar sesiones de yoga a agendas ya sobrecargadas, sino de cuestionar fundamentalmente un sistema que normaliza el sacrificio femenino como requisito profesional.
Este 8M, propongo un acto revolucionario para las mujeres en el campo de la salud mental: priorizar nuestros propios cuidados con la misma dedicación con que abordamos la de nuestros pacientes. Como señala Brown (2018): “No podemos practicar la compasión con otros si no podemos tratarnos a nosotras mismas con amabilidad.”
La verdadera transformación feminista en nuestra profesión comenzará cuando reconozcamos que nuestro bienestar no es un lujo sino una necesidad. Que poner límites no nos hace menos profesionales sino más éticas. Que admitir nuestra vulnerabilidad no disminuye nuestra competencia sino que la enriquece.
El feminismo en salud mental debe recordarnos que también merecemos el mismo cuidado que ofrecemos. Y quizás ese sea el cambio más radical que podemos aportar a nuestra profesión.
Brown, B. (2018). Daring greatly: How the courage to be vulnerable transforms the way we live, love, parent, and lead. Random House.
González-Morales, M. G., Kernan, M. C., & Becker, T. E. (2021). Burnout and resilience among mental health practitioners: A gender-based analysis. Journal of Professional Psychology: Research and Practice, 52(3), 215-228.
Hochschild, A. R. (2012). The managed heart: Commercialization of human feeling. University of California Press.
Lorde, A. (1988). A burst of light: Essays. Firebrand Books.
Martínez-López, C. (2024). El síndrome de la superterapeuta: Una aproximación feminista al burnout en profesionales de la salud mental. Revista Latinoamericana de Psicología Clínica, 16(2), 142-157.
Organización Mundial de la Salud. (2023). Informe mundial sobre la fuerza laboral en salud mental. OMS.
Rivera, S., & Thompson, J. (2023). Gender disparities in self-care practices among mental health professionals. Clinical Psychology Review, 89, 102055.
Saavedra, M., & Klein, D. (2023). Workplace conditions and therapeutic effectiveness: A correlational study. Journal of Clinical Psychology, 79(4), 389-403.
Velázquez, R. (2022). Trauma vicario en psicoterapeutas: Un análisis desde la perspectiva de género. Psicología y Salud, 32(1), 45-59.
El curso en vivo ya se realizó, pero aún puedes inscribirte y ver las sesiones grabadas. Esto no afecta tu calificación y/o certificación. Disponible por pocos días.
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