Precio Programas:
Descuento de programas:
Subtotal:
Descuentos:
Subtotal - Descuentos:
Total:
Ir a pagarTu carro esta vacío
La rumiación mental es un proceso de pensamiento recurrente y pasivo en el que la persona focaliza su atención una y otra vez en su malestar emocional, analizando sus causas, consecuencias y síntomas sin avanzar hacia soluciones o acciones concretas.
La rumiación mental es un proceso de pensamiento recurrente y pasivo en el que la persona focaliza su atención una y otra vez en su malestar emocional, analizando sus causas, consecuencias y síntomas sin avanzar hacia soluciones o acciones concretas. Este pensamiento rumiativo puede involucrar contenido verbal, emocional, imaginario o incluso respuestas fisiológicas que giran en torno a un mismo tema, de manera desproporcionada respecto a las demandas del entorno. Según la Teoría de Progreso Objetivo, surge como respuesta al fracaso percibido en el avance hacia metas importantes, incrementándose cuando la discrepancia entre el progreso real y las expectativas es mayor.
El carácter desadaptativo de las rumiaciones mentales se evidencia en su falta de productividad para la resolución de problemas y en cómo amplifica pensamientos negativos, interfiere con el afrontamiento activo, potencia estresores y aumenta la sintomatología depresiva o ansiosa, junto con una alteración de las relaciones sociales. Al mantenerse sobre el malestar sin encontrar salida, se genera un círculo vicioso que perpetúa el malestar y dificulta la recuperación emocional.
El pensamiento repetitivo es un constructo amplio que engloba distintos estilos cognitivos, como la preocupación (orientada al futuro), la reflexión activa (orientada a la solución de problemas) y la revisión de experiencias pasadas con ánimo constructivo. En contraste, la rumiación mental es una modalidad específica de este espectro, caracterizada por un enfoque pasivo y autocentrado en el malestar, sin perspectiva de cambio o acción.
Mientras el pensamiento repetitivo puede tener una función adaptativa —por ejemplo, planificar o prever posibles soluciones—, el pensamiento rumiativo suele quedar anclado en la pasividad y en la queja sobre la propia situación.
Además, el proceso de rumiar (también llamado “brooding”) implica una evaluación negativa persistente del yo y de la situación (Ejemplificando, “¿por qué me sucede esto a mí?”), ligado a un aumento de la sintomatología depresiva y ansiosa, mientras que otros estilos de pensamiento repetitivo pueden incluso favorecer la adaptación y el aprendizaje de estrategias de afrontamiento. Esta distinción es fundamental para diseñar intervenciones dirigidas específicamente a reducir las rumiaciones mentales y diferenciarlo de enfoques centrados en la simple preocupación o la reflexión constructiva.
La Teoría del Estilo de Respuesta de Nolen‐Hoeksema (1991) propone que, ante un estado de ánimo deprimido, algunas personas adoptan el estilo de respuesta de rumiación, que consiste en “darle vueltas” a los síntomas de tristeza y sus posibles causas. Este estilo pasivo incrementa la duración y la severidad de los episodios depresivos al interrumpir la búsqueda activa de soluciones y mantener la atención en pensamientos negativos.
Por otra parte, la Teoría de Progreso Objetivo de Martin y Tesser (1996) plantea que la rumiación es una reacción a la falta de avance satisfactorio hacia metas personales. Cuando el progreso difiere significativamente de las expectativas, se dispara un ciclo de pensamiento rumiativo que refuerza el malestar y la sensación de fracaso.
Asimismo, Trapnell y Campbell (1999) definieron la rumiación como un proceso recurrente de focalización de la atención en el “yo” con temáticas de amenaza, pérdida o injusticia, vinculadas respectivamente a estados de ansiedad, depresión o ira. Esta perspectiva resalta el rol de contenidos emocionales específicos en el origen de los pensamientos rumiantes.
Treynor, González y Nolen‐Hoeksema (2003) refinaron la Escala de Respuestas Rumiativas (RRS) para distinguir dos subfactores de la rumiación: reflexión y rumiación negativa.
La distinción entre ambos procesos es clave, dado que la reflexión, aunque concurrentemente asociada a malestar, puede correlacionarse con una disminución posterior de la sintomatología depresiva, mientras que la rumiación negativa muestra una relación concurrente y longitudinal con un aumento de los síntomas.
Además, los pensamientos rumiantes pueden variar en contenido y valencia emocional, abarcando desde la evaluación de fracasos pasados hasta la anticipación de eventos amenazantes, manteniendo así el ciclo de malestar y reforzando la conducta de rumiación.
Entre las diversas estrategias para abordar la rumiación mental, podemos encontrar:
Cova, F., Rincón, P., & Melipillán, R. (2009). Reflexión, rumiación negativa y desarrollo de sintomatología depresiva en adolescentes de sexo femenino. Terapia psicológica, 27(2), 155-160.
De Rosa, L., & Keegan, E. (2018). Rumiación: consideraciones teórico-clínicas. Revista Argentina de Clínica Psicológica, 27(1), 36-43.
Rodríguez, M. G., Ibáñez, I., & Barrera, A. (2017). Rumiación, preocupación y orientación negativa al problema: procesos transdiagnósticos de los trastornos de ansiedad, de la conducta alimentaria y del estado de ánimo. Acta colombiana de psicología, 20(2), 30-41.
Solar, F. C., Rincón, P., & Melipillán, R. (2007). Rumiación y presencia de sintomatología ansiosa y depresiva en adolescentes. Revista Mexicana de Psicología, 24(2), 175-183.
En Adipa recopilamos una serie de definiciones que pueden servirte para tus jornadas de estudio, clases, ¡lo que quieras! Estos conceptos están definidos según fuentes bibliográficas actualizadas y más utilizadas por los profesionales del área de la salud.
Confirmo que he leído la información sobre este programa, disponible en el brochure y en el sitio web. Declaro cumplir con los requisitos para cursar este diplomado y me comprometo a enviar mi certificado de título, así como a firmar la carta de compromiso solicitada